sábado, 28 de diciembre de 2013

Segundas Navidades con niño



Antes que nada, me gustaría desearos unas muy felices fiestas. Espero que hayan comenzado con mucha alegría y relax. Aunque lo de relax puede ser relativo dependiendo de la edad de los niños. Estas están siendo mis segundas Navidades con peque y puedo decir que todo es mucho más difícil, sobre todo cuando hablamos de un bebé de 16 meses. Pero como llevo una niña dentro, sobre todo en esta época del año, nadie me gana en actitud!!

Puede parecer una tontería pero cualquier cosa que años antes hacíamos en unas pocas horas, ahora es mucho más complicado y, por consecuencia, las pilas se nos agotan muuucho antes. Aprovechando que tengo unos días de vacaciones, decidí disfrutar al máximo de mi hijo. Dicho y hecho, el nene se ha convertido en mi sombra. ¿Qué problema puede haber en hacer las compras navideñas, preparar la cena de Nochebuena, ir a buscar regalitos y pasear con él arriba y abajo? Pues bien, para comenzar, ese bebito que el año pasado iba durmiendo en su cuco casi todo el día, en ese cochecito en el que abajo podía poner toda la compra sin problema...pues ese bebito se ha hecho mayor y el Casualplay es ahora un Maclaren con capacidad limitada. Así que el niño se agobia, protesta, se cuece con su plumón, gorro y bufanda, y en lugar de ir una vez al supermercado, hay que ir a comprar en tres tandas con bolsas colgando de las orejas.

A la hora de preparar la casa y la cena para nueve personas, tienes una personita tocándolo todo, lanzando juguetes contra el árbol de Navidad y, por supuesto, acercándose al peligro, si puede ser debajo de los fogones encendidos, mejor que mejor. Así que si antes eran cuatro manos las encargadas de prepararlo todo, ahora dos de ellas se tienen que dedicar en exclusiva a entretener y vigilar al niño si no queremos quedarnos sin copas. ¿Qué quiere decir eso? Pues que te encargas tu solita de toda la cocina y para cuando llega la familia ya estás para sentarte en el sofá.

¿Qué ocurre durante las cenas o comidas? Pues por experiencia propia y reciente, se acabó lo de comer un plato sin levantarse. En Nochebuena se juntaron mi hijo y mi sobrina, sólo cinco meses mayor que él. A los 15 minutos ya querían bajarse de la trona así que comenzaron a revolotear por el comedor. De nada sirvió traer los juguetes para tenerlos controlados. Mientras uno iba a buscar constantemente al abuelo para que se levantara a jugar, la otra lo perseguía. Así que después del primer plato, los niños y parte de la familia ya estaban en el cuarto jugando. Creo que todos sentados juntos a la mesa sólo estuvimos unos diez minutos. Por supuesto, esa noche el niño se acostó a las doce de la noche. ¿Y creéis que lo compensó por la mañana? Ni de broma.

Lo de ir a pasear y buscar regalos es parecido a lo del supermercado sólo que con mucho más bullicio de gente y calor, mucho calor. ¿Por qué no tienen piedad de nosotros y bajan la calefacción si la tienda está llena hasta los topes? Cuando llevas tres o cuatro tiendas con el nene en el cochecito, te da pena ver esa carita de resignación. Y si decides sacarlo para que camine mientras esperas a que te atiendan, probablemente sientas cómo la dependienta te clava la mirada y parece que la oigas decir “Más te vale tener controlado a ese monstruito”

¿Y qué me decís de buscar un puñetero ascensor en el típico centro comercial de ocho entradas laterales y tres plantas? Lo peor es encontrarlo y tener que hacer cola de diez minutos para meterte en calzador entre guiris y jóvenes a los que no les da la gana bajar por las escaleras mecánicas.  Realmente, moverse con el cochecito por según qué sitios es un acto de fe. Pido un carril cochecito YA!

Este año nuestro peque no entiende de Reyes Magos ni Papa Noel así que los regalos pueden estar desperdigados por la casa que no pregunta, si acaso mete mano. Pero pronto habrá que disimular y esconder. Efectivamente, amigas, mi pregunta a la desesperada es ¿¿Dónde narices voy a meter todo esto?? Sé de amigos que recurrieron al maletero del coche. Realmente, habrá que echarle imaginación porque los niños lo tocan todo. Y como novatos que somos, todavía no nos hemos acostumbrado a dejar las cosas importantes en alto. A modo de anécdota os diré que ya hemos tenido que anular alguna que otra tarjeta de crédito ante la duda de que la hubiéramos perdido por ahí. Por supuesto, nunca salió de casa.

Pese a que todo es más estresante y la logística se ha complicado, las fiestas con niños son infinitamente más alegres. Eso sí, todavía es una tontería gastar dinero en juguetes. Las piezas de espuma de su alfrombra de juegos y las pinzas de la ropa siguen siendo sus juguetes favoritos. Así que, queridos Reyes Magos, pasad de largo de El Corte Inglés y paseaos por un Schlecker, que de paso hacéis un favor a mamá ;-)

Feliz 2014 a tod@s!!!



viernes, 13 de diciembre de 2013

Aprendiendo rápido



Siento tener esto tan parado las últimas semanas pero me faltan horas para hacer todo lo que querría. Y lo hemos tenido algo enfermo otra vez. No voy a volver a hablar de la guardería y sus omnipresentes virus, sólo voy a pedir que se cumpla esa teoría con la que me consuelan muchas: que toda la fiebre que está pasando ahora lo convertirá en un niño más fuerte con defensas de hierro. Tiene que haber compensación por algún lado!! Pero no anda sobre bronquitis ni otitis el post de hoy sino de que me he dado cuenta de que en el último mes mi hijo ha cambiado. Sí, ese bebito que aprendía a caminar y a llevar cositas de una habitación a otra, ese renacuajo al que se le pasaban las horas jugando con las pinzas de la ropa, ese mismo está aprendiendo a una velocidad impresionante.

Como buena novata que soy en esto de ser madre, no sabía cuando ni cómo me daría cuenta por ejemplo de que mi hijo entiende lo que le digo. Que lo de repetir "mama", "papa" y "guau guau" lo tuvo claro desde prontito, eso estaba claro. Pero resulta que ya comprende cuando le decimos que coja algo y lo ponga en su sitio, que se lo lleve a su abuelo, que nos de la manita, que toca dormir o tomar la medicina, y así un largo etcétera. Pensadlo un momento. Pasar de hacerlo todo tú automáticamente con él a decirle que haga algo solo y este lo haga es un paso adelante que, sinceramente, cuando lo ves por primera vez te deja con la boca abierta. Por ejemplo con los juegos: Esa piececita que nunca entraba por el agujero correspondiente, la mete bien! Las figuritas de madera  que forman un marco ahora las encaja a la primera en su sitio correcto. Apila los cubiletes uno encima del otro. Y qué decir que cuando llega cualquiera a casa y lo agarra de la mano hasta su habitación, enciende la luz y lo sienta a jugar con él. Es entonces cuando pienso "Espera, esto, ¿desde cuando narices lo hace? ¿¿Tan rápidamente me pasa su vida que ni me entero?? A las madres veteranas os parecerá muy normal tratándose de un niño de 16 meses. Igual hasta alguna cree que esto muchos lo hacen antes, no tengo la menor idea. Pero estoy segura de que cuando os fuisteis dando cuenta de lo que aprendían vuestros hijos, os emocionasteis igual.

Puedes calcular cuando tu hijo aprenderá a leer, a pintar o a sumar 2 + 2. La guardería y el colegio te guían de alguna manera. Pero los instintos básicos aparecen sin avisar. Y cuando crees que sigues hablando "sola", un día repite contigo "caca". Y enseguida piensas "Primer paso para la operación pañal conseguido. Sabemos decir la mitad de la información básica!! Ahora vamos a por el pipí! También te parece que ha llegado el momento de cuidar el lenguaje al máximo delante de él y de no criticar nuuunca a nadie conocido en su presencia. Vale, quizás esto sea para más adelante, pero no hay que olvidarlo, jeje. El caso es que te motivas y te da por enseñarle los colores en inglés mientras le cambias el pañal, que el tiempo es oro.

Y si el niño ha aprendido a jugar con más sentido y a señalarse la nariz, orejas, cabeza, boca, manitas y ombligo (quién no ha gravado a su hijo realizando esta clase básica de anatomía??), también ha aprendido a expresar algo que nos sacará de quicio hasta el extremo. Me refiero al temido y odiado "NO". ¿Por qué antes del sí aprenden el no? ¿Por qué sabes que cuando gira la cabeza con ese ímpetu ya no hay nada que hacer? El caso es que saben perfectamente lo que quieren y cómo conseguirlo. Y esta es una etapa difícil porque los razonamientos y castigos pueden resultar muy poco efectivos al no tener un feedback que confirme que entiende lo que le dices. A saber cómo razonan en su interior todo aquello que viven. Es un misterio... Pero la verdad es que si ellos aprenden, nosotros también lo hacemos. Aprendemos a relacionarnos con ellos, a entenderlos, ayudarlos y a mostrarles que estamos ahí, siempre, acompañándolos en cada paso, incondicionalmente.

Antes de acabar este post, quería hacer una mini reflexión que sé que nos pone un escenario muy, muy lejano a las que somos madres de niños tan pequeños. Cuando veo Hermano Mayor, el momento que más me entristece es cuando veo a los padres mostrando imágenes de sus hijos conflictivos cuando apenas eran unos bebés. Todos nacen siendo criaturas inocentes, inofensivas, tiernas, pura bondad... Quiero pensar que cuando nacen colman de felicidad a unos padres que tienen mil planes para ellos. Planes que seguro pasan por estudiar y llegar a ser personas independientes con un buen trabajo. Pero lo que nos enseñan en el programa (y me consta que son casos reales) son unos chavales violentos y en muchos casos enganchados a las drogas. Me da mucha tristeza pensar que esos chicos fueron bebés como los nuestros y que luego se transformaron. Algunos por culpa de las circunstancias de la vida, otros porque no recibieron la atención que necesitaban por parte de su familia. Pero ninguno estaba marcado al nacer. Todos tenían la oportunidad de escoger otro camino. Porque el tener dinero o no tenerlo no determina que una persona sea buena o mala. La conclusión a la que llego es que tenemos una responsabilidad enorme y que por muchos baches que puedan aparecer en nuestra vida, no hay excusa que valga para dejar de guiar a nuestros hijos. Y la educación es una carrera de fondo, vaya si lo es.

Y como la Carbonero en su criticado post, voy a cambiar radicalmente de tema en mi despedida ;-) En mi próxima entrada, el tema es obligado, la Navidaaaaad!! Este año, nuestro peque todavía no pide nada a los Reyes. Así que volvemos a escoger nosotros por él. No hace falta que os diga que me conformo con que el tamaño de los regalos no supere las dimensiones de nuestro pequeño piso. Que ya hemos perdido un carril de circulación en el pasillo y ni tan siquiera está de camino Papa Noel todavía... Hasta la próxima!!

martes, 26 de noviembre de 2013

Amargando la dulce espera



El fin de semana pasado, charlando con una chica embarazada de diez meses y primeriza, me di cuenta de que, una vez convertidas en madres, nos empeñamos en resaltar todo lo "malo" que conlleva estrenarse en el mundo de los bebés. Y es cierto, nos centramos en explicar lo duro que es obviando la otra cara de la moneda, que tener un bebé es lo mejor que nos ha pasado nunca. Cuando esta chica me decía que ella y su marido estaban cansados de escuchar que el primer año es terrible y que nadie les cuenta lo bueno, me sentí mal. No creo haberla asustado cuando charlé con ella de la maternidad porque me centré más en su embarazo que en mi hijo pero seguro que en más de una ocasión habré pecado de "quejica".

Antes de quedarme embarazada solía hablar de las ganas de tener un bebé con mi cuñada que también lo buscaba desde hacía un tiempo. Y mientras nos imaginábamos nuestro embarazo, criticábamos a todas aquellas que "lloraban" y nos soltaban los topicazos "Aprovecha ahora, que luego no tienes tiempo de nada" o "Es agotador no dormir, no sabes lo bien que vives". No comprendíamos cómo alguien que vivía algo tan emocionante podía sólo quejarse y quejarse. Creíamos simplemente que algunas no valoraban lo que tenían. Tal vez no fuera así, seguro que todas lo valoran pero por alguna razón tienen que resaltar sus desventuras. Y ahora me pregunto si no estaré haciendo yo lo mismo...

De alguna manera, entiendo esa tendencia a sacar primero lo duro, lo cansado y lo difícil de sacar adelante un bebé. Porque no es ninguna exageración decir que el primer año es el más duro. Por la adaptación a una nueva vida, el aprender a cuidar de un bebé, el lidiar con la responsabilidad que conlleva hacerlo bien, el enfrentarnos a sus primeras enfermedades y el conciliar la maternidad con el trabajo. Estos son sólo algunos de los retos que nos llegan desde que salimos del hospital y supongo que necesitamos compartirlo. Pero si bien estoy de acuerdo con ello, también entiendo que no es lo que una mujer embarazada espera escuchar. No digo que todas pre-mamás novatas sean una inocentonas soñadoras pero no saben realmente lo que les espera. Ahora bien, ¿es necesario estropearles la dulce espera? ¿Por qué no contarles que van a llorar de emoción al ver la cara de su hijo por primera vez, que les va a parecer la cosita más preciosa del mundo, que van a ver su vida completa y, sobre todo, que les valdrá la pena cada sacrificio que esto conlleve? Porque no he conocido todavía a ninguna madre arrepentida, os lo aseguro.

Creo que tenemos tiempo de sobras para compartir nuestras peripecias con otras madres y hacer de madres consejeras como he explicado en viejos posts. No es necesario recordarle a una chica que está de 11 meses que no va a dormir en mucho tiempo porque seguramente ya se esté levantando cada tres horas por las noches para hacer pis. Ni que se olvide de ir al cine. ¿No será que de lo que realmente tiene ganas es de ir arriba y abajo con su cochecito? Y qué decir de hablar de partos duros y traumáticos cuando delante tienes a una embarazada a punto de salir de cuentas. ¿Queremos traumatizarla antes de tiempo?

En resumen, si a la dulce espera se la llama así será por algo. Y si pese a lo duro que resulta todo  repetimos, será porque nos hace inmensamente felices .


domingo, 17 de noviembre de 2013

Está claro, nos vacilan




El lunes fui a una reunión en la guardería porque querían explicarnos todo lo que hacen durante un día normal. Me moría de ganas por ir y que me contaran. También por ver su clase ya que por las mañanas, cuando lo dejo, no paso de la puerta. Cuando pueden entrar los padres es al recogerlo, a las 17h, imposible para mi puesto que a esa hora acabo de trabajar. Ver los dibujitos de sus manos en murales, sus nombres, los juguetes, las sillitas.. Todas esas cursiladas que hacen gracia en el primer año. Y es que pagaría por poder quedarme en un rinconcito espiando aunque sólo fuera por un día. Pues bien, he de decir que lo que nos explicaron fue revelador a la vez que inesperado...

La descripción comenzó con el buenos días al entrar en clase, el rincón de las canciones, los juegos heurísticos, las pinturas, el patio con su arenal, etc. Nada especialmente novedoso. Pero luego llegó la sorpresa porque, según las maestras, nuestros niños (todos de un año y poco más) ayudan a recoger, comen solitos, comen trozos (esto me llegó al alma), cogen la comida con los cubiertos, beben en vaso, tiran sus pañales a la papelera y se lavan las manos. Las caras de los padres allí presentes eran un poema porque nadie, absolutamente nadie, tenía ni idea de que los críos habían aprendido a hacer todo eso. Sencillamente porque en casa no lo hacen. ¡Y no porque no lo intentemos! Me puse rápidamente a procesar esa cantidad de información nueva y priorizar una aclaración. Los trocitos. ¿Qué mi hijo se come un bistec a trocitos? ¿Con cinco dientes y medio? Pues resulta que sí, pero gracias a que tienen un artilugio medio tijera, medio tenedor(porque eso es lo que parece a simple vista) que corta la carne a virutas. Pasé por alto que no me acabo de creer que una viruta como esa sea capaz un crío de 15 meses de pincharla con un tenedor que apenas puede coger del derecho. Así que me perdí en el anonadamiento que me producía la imagen de que mi hijo coma trozos de carne.

La frase "En casa no lo hace" fue la más pronunciada por los padres de las criaturas. A parte de que allí se lo comen to-do y comen de to-do. Menos la fruta que cuesta un poco más. Menos maaaaal porque ya estaba a punto de investigar si me había equivocado de clase. Por lo menos sentí el consuelo de que no debo hacerlo tan mal cuando a todos los padres nos sucedía lo mismo. Si llego a ser la única madre a la que el niño le vacila, hubiera agachado la cabeza y me hubiera callado, por supuesto. Pero no debo ser tan rara. Porque la única conclusión posible de todo ello es que LOS NIÑOS NOS VACILAN. Sí. Clarísimamente. Sin ninguna duda. A no ser que en clase se comporten como un ejército, los niños suelen marranear con la comida, la cogen con las manos, la escupen, la tiran al suelo y si cierran la compuerta por ahí no pasa ni medio spaguetti. ¿Por qué en la guardería sí y en casa cuesta tanto? Deduzco que el motivo es el efecto imitación al ver al resto de compañeros hacer lo mismo. De acuerdo, lo comprendo. Pero ¿cómo soluciono eso en casa? Poco a poco vamos acostumbrándonos a comer los tres juntos y ciertamente es un filón que nos vea comer porque eso lo anima a probar nuestra comida. Aún y así, lo del tenedor sigo sin verlo claro. Y marranear, marranea lo suyo.

Luego está lo de la disciplina. En la guardería no tiran las cosas porque saben que luego las han de poner en su sitio y ayudan a recoger todos los juguetes. Esto lo pusimos en práctica nada más llegar a casa. Y es verdad, le hicimos meter cuatro cosas en el baúl y él lo hizo. Qué mono... Si no fuera porque a los cinco minutos ya deshacía por otro lado y la liaba en otro rincón de la casa. Cuando nos dijeron que se lavaban las manos ya aluciné "¿¿¿¿Solos????" Pero me respondieron "Noooooo, mujer, ¿¿¿cómo lo van a hacer solos???". Pues no veo la sorpresa con mi pregunta si me estáis pintando a un niño autosuficiente al que sólo le faltaba hacerse la cama.

Al despedirnos, escuché a algunas madres que decían que estaban por llevarlo también en fin de semana. Otras le iban a decir al niño al llegar que fuera preparando la cena para los tres. Y creo que el resto estaba por contratar a las maestras a tiempo parcial. Yo sólo tenía una idea en la cabeza "Hola, soy una madre novata y mi hijo de 15 meses YA me torea. ¿¿Qué hará cuando tenga 15 años??"

Estas reuniones se tendrían que revisar porque realmente te vas con un regusto extraño. Por un lado estás muy satisfecha con la elección de la guardería porque compruebas que el niño adquiere una disciplina y aprende muchísimo pero por el otro te sientes impotente al ver que eso no se traslada tan rápidamente a casa. Las maestras dicen que ellas dedican ocho horas exclusivamente a estar por los niños y que nosotros no podemos. Y en eso tienen toda la razón. Supongo que nos creamos una falsa expectativa al pensar que si allí comen genial, en casa se zamparán automáticamente todo lo que les pongamos delante. Y que si allí cuidan de las cosas, en casa no darán golpetazos a los juguetes, marcos de fotos, velas, mandos, etc

En conclusión, sí, hay un componente de vacile pero también es cierto que los niños no se comportan igual si están en clase, con los abuelos o con los padres. Y que no podemos delegar tooodo el trabajo en las maestras porque la enseñanza continúa en casa. Por eso sigo vigilando. Que no me fío del tenedor...

lunes, 11 de noviembre de 2013

Pediatras



Casi todas las madres que conozco dicen estar contentas con su pediatra. Conectan, hay una comunicación ágil y resuelve cualquier duda o consulta. Es importantísimo dar con un buen pediatra puesto que se convertirá en un facultativo casi omnipresente en los primeros años de vida de nuestros hijos. Aún recuerdo al mío. Un tipo serio pero enorme en lo suyo y, además, creo que me debió visitar hasta cerca de los 18 años. Pero puede ocurrir que nos topemos con un o una pediatra con la que no haya ese feeling o que tenga una metodología muy particular.

Os pongo en antecedentes. Mi hijo iba para dos meses con tos, sobre todo nocturna y esta lo hacía despertar a media noche irritable, nervioso, congestionado... Probábamos de todo: humidificador, suero para la nariz, Dalsy, brazos, nuestra cama, etc Algún que otro día cogió fiebre y lo llevamos de urgencias. Poca cosa nos decían para salir del paso. Paracetamol si le subía la fiebre, muchos lavados nasales y que durmiera un poco elevado. En cuanto podíamos lo llevábamos a su pediatra y, como en muchas otras ocasiones, el diagnóstico era el virus de turno con lo cual poco se podía hacer ya que tocaba esperar que el proceso siguiera su curso.

El colmo llegó el pasado martes cuando la profesora de la guardería nos advirtió que se había pasado el día tosiendo y le costaba respirar. Nos hicieron un hueco de urgencias con su pediatra y, tras tres horas de espera, nos dijeron que tenía un fuerte constipado y que mientras fuera a la guarde lo íbamos a tener así, por lo menos hasta junio. Tres días después con sus tres noches en vela levantándonos cuatro y cinco veces decidimos buscar una segunda opinión con su pediatra de Mútua, en la otra punta de la ciudad. Sólo hicieron falta diez minutos para dar con un diagnóstico contundente: una clara bronquitis y doble medicación. Lleva tres días de tratamiento y ha dejado de toser, duerme perfectamente, come, juega, está de buen humor y vuelve a la guardería. No hago más que pensar en los dos meses que lo hemos dejado sufrir y toser sin parar.

Realmente, pese al mosqueo que me produce la pérdida de tiempo, este episodio no ha tenido mayor importancia pero me ha dado en qué pensar.  Y es que cosas parecidas han ido pasando durante este año cuando hemos ido a la consulta de su pediatra en el CAP. Son reacios a dar antibiótico y muy partidarios a dejar que los procesos sigan su curso por si mismos. No soy médico y no voy a hacer de ello en este Blog pero creo que es de sentido común que cuando un resfriado, una tos o una fiebre por ejemplo no amansa en varios días o semanas (no digamos un mes), hay que atacar de manera más contundente, para evitar males mayores y sufrimientos innecesarios. Pero de la misma manera que critico la falta de reacción criticaría la ligereza dando tratamientos precipitados si es lo que hubiera vivido.

No me gustaría que este post pareciera una crítica a este sector ni una diferenciación entre los de Seguridad Social y los de pago porque buenos y malos profesionales hay en todos sitios. Confío ciegamente en los pediatras y, es más, pagaría por tener línea directa y poder consultar cientos de cosas cuando me asaltan las dudas. Tan sólo me ha parecido un episodio curioso para explicar.

Otra cosa que he comprobado en mis propias carnes es la facilidad con la que se propagan los virus y se traspasan de niños a adultos. Mi peque ya me ha contagiado anginas y gastroenteritis. Con la diferencia de que ellos lo pasan y no pierden las ganas de jugar y nosotros tenemos que aislarnos del mundo en la cama.

En conclusión, una vez más debemos guiarnos por nuestra intuición, también para elegir médico o pediatra. Desde luego, debemos sentir la mayor de las confianzas ya que ponemos en sus manos nuestro mayor tesoro. Y por qué no, repetirnos que es cuestión de tiempo que se inmunicen, que el primer año de guardería es así, todos han pasado por lo mismo. Pero sólo pensar que el frío apenas ha comenzado... Brrrr

jueves, 31 de octubre de 2013

Con el primero, todo se guarda




 Mi hijo está a punto de cumplir 15 meses, tiempo suficiente como para darme cuenta de que este ritmo de acumulación de ropa y trastos es imposible de aguantar. Primero porque la casa no es de goma, segundo porque, con la edad, he aprendido a amar el orden como nunca pensé que lo haría siendo adolescente. Pues bien, he llegado a la conclusión de que, o alquilo un trastero Bluespace o cambiaos de piso. Lo primero da rabia y lo segundo es ahora mismo inviable. ¿Solución? Aún no la he encontrado.

No me hago a la idea de cómo nos las apañaríamos si, guardando lo que guardamos, aún tuviéramos que hacer sitio para las cosas que en su día nos dejaron como el moisés, la hamaca, el parque hinchable, etc, etc. Esos trastos fueron devueltos en cuanto el niño dejó de utilizarlos. Por el contrario, todo lo demás lo hemos tenido que guardar. El primer cochecito con sus tres sillitas ha ido a parar al trastero de mis padres. Para los juguetes que ya no usa tenemos el armario del crío y algún que otro cajón. Para los juguetes actuales compré un baúl que a duras penas cierra ya. La ropa que se ha ido quedando pequeña está en cajas de plástico encima del armario. Y ya no cabe ni una más con lo cual se amontona más ropa en el armario. ¿Darla? ¿Tirarla? Imposible. Si hay planes para tener un segundo bebé, ¿cómo vamos a tirar ropa que está nueva? Y lo mismo pasa con los juguetes. Exceptuando los que tortura durante la comida (a los que no acercaría un microscopio por miedo a  ver vida en ellos), no se tiran de ninguna manera. Así que esto es una acumulación constante de cosas y más cosas. Y ¿qué me decís de la fantástica bañera con patas? Otro trasto que irá a parar al trastero de los abuelos sí o sí. ¿Y la babycook que tan sólo usamos una vez? ¿Y el andador? ¿Quién tiraría todo esto sabiendo que en un par de años habrá otro bebé en casa?

El caso es que la cosa no queda aquí. Estamos a dos meses de Navidad y vienen los Reyes Magos. Y no nos traen una habitación extra, no, nos traen menos metros cuadrados de espacio vital. Está al caer el escritorio y su sillita a juego para que comience a pintar. Inmediatamente después llegará la pizarra. Luego el scalextric de Pocoyó. Tiemblo con el día en que pida la guitarra o batería de turno que ya ha visto en casas de otros amiguitos. Y así suma y sigue. ¿Cómo lo hacen el resto de madres? ¿Cuál es vuestro truco? ¿Existe algún método para encoger todos los trastos? ¿Los alquiláis durante unos meses y los recuperáis después?

No puedo decir que no lo viera venir, que pasaría esto tarde o temprano. Y ahora toca apechugar. Al segundo le tocará heredar mucha segunda mano. Y si protesta, le recordaremos los esfuerzos apretujándonos en casa. O eso, o que se coordine con algún amigo para pedir cada uno un cachibache diferente a papa Noel y que se lo intercambien cada semana. Si es que la necesidad hace que nos las ingeniemos, no me digáis que no.


sábado, 19 de octubre de 2013

La soledad de la maternidad






He leído muchos, muchos artículos y posts acerca de este tema, la soledad que invade a las madres. Un momento de sus vidas en el que deberían estar radiantes de felicidad pero se sienten apartadas, incomprendidas, solas... Es un sentimiento mucho más común de lo que nos imaginamos y no tiene por qué estar relacionado únicamente con la conocida depresión post parto ya que muchas madres con hasta tres hijos se sienten así. Y a veces, este dolor moral es mucho peor que el agotamiento físico. ¿Se puede salir de esta trampa? Sí, y en comunidades virtuales es donde estas madres han encontrado comprensión y consuelo.

Os lo expliqué en este Blog, los primeros meses tras dar a luz fueron muy muy duros para mí ya que es cuando te das de bruces con una nueva vida. Te vas hacia el hospital como un tipo de mujer y vuelves a casa con un papel completamente diferente. No puedes decidir nada de forma independiente ya que tienes una cosita que depende las 24 horas de ti. Dicho de otra manera, pierdes totalmente la libertad. Y piensas: "¡Pero si esto es lo que más deseaba en la vida! ¿Por qué me siento así?"

Pasados los meses, aunque el bebé ya no dependa de tu pecho, sigues siendo la figura más responsable en muchos otros sentidos. Tal vez no haya sentido esa gran soledad de la que hablan las mujeres a las que he leído. Sea porque a mi alrededor sí hay muchas madres, porque tengo una pareja que pasa muchas horas con nosotros o porque también tengo una familia que ayuda todo lo que puede. Pero sí me noto incomprendida en muchas ocasiones. A veces estamos de mal humor, y con razón, cansadas y con razón, hartas de todo, y con razón... Y aunque parezca obvio lo que nos pasa, parece que nuestro entorno no se da cuenta. En un post reciente hablaba de tener vías de escape para desconectar. Eso está muy bien pero al día siguiente, a partir de las 7:30h, volverá a girar la rueda exactamente igual. Estábamos avisadas, os lo comenté hace unos días, pero como siempre sucede, hasta que no lo vivimos en nuestras carnes, no sabemos realmente cómo es.

Muchas de estas madres de las que os hablo están realmente solas. Dan paseos sin rumbo con sus bebés, vuelven a casa sin haber hablado con nadie, se recluyen entre cuatro paredes en invierno y no tienen a nadie con quién desahogarse. Ya no encajan entre sus amigas, están en otra dimensión. Por eso ha crecido de manera espectacular el círculo de mamás en Internet. Se hacen llamar Tribu 2.0, una comunidad realmente grande en la que han encontrado una vía de escape y donde han creado vínculos muy fuertes. Porque no nos engañemos, si el 90% de nuestras preocupaciones están relacionadas con nuestros hijos, necesitamos compartirlo con alguien que conecte con nosotras.

A parte de la soledad, hay otras sombras unidas a la maternidad. Hay mujeres a las que tener un hijo les sobrepasa. Sienten que no están a la altura, dudan de si lo están haciendo bien y creen que el papel de madre les viene grande. Imagino que estas inseguridades son naturales cuando estrenas este papel. Sabes que tienes una vida a tu cargo, has leído mucho acerca de ello pero no lo has practicado nunca. y son tantas las cosas que debes aprender. Es lógico que nos aterrorice hacerlo mal. Y es que es una gran verdad eso de que estamos aprendiendo todos a la vez, el bebé y los padres. Lo peor es que no puedes darle al "Pause" para respirar, descansar y estudiarte de nuevo la lección. Todo nos desborda y las dudas se multiplican por minutos mientras el bebé llora y llora. Se juntan tantas sensaciones y nos invaden tantos nervios que nos sentimos inútiles.

Parece que esto es más complicado ahora de lo que lo era décadas atrás. Tal vez porque las madres eran madres y punto. Ahora las madres multiplican sus roles y quieren llegar a todo: trabajan, mantienen viva la llama con sus parejas, cuidan de sus amistades, hacen deporte e intentan estar siempre favorecedoras. El no llegar a todo causa frustración, agota y estresa. El problema radica en que nos auto exigimos demasiado y debemos aprender que si no llegamos a todo, no llegamos y punto. Porque mientras a diario intentamos tener a punto la casa, la comida y ponemos la lavadora nos perdemos ese ratito que tenemos para jugar con nuestros hijos. Y para cuando está todo acabado, el niño ha cenado y se va a dormir.

Supongo que cuando los hijos crezcan y no requieran de nuestra atención minuto a minuto, todo será más fácil. No estaremos pendientes de que se caiga, de preparar su comida especial ni se pondrá enfermo cada dos por tres. ¿Y qué pasa cuando llegamos a este punto? ¿Todo mejora? ¿Nuestra vida cambia nuevamente? ¿Enterramos fantasmas? A veces sí y otras... ¡llega el segundo y vuelta a comenzar! Si es que somos masocas ;-)

lunes, 7 de octubre de 2013

Estábamos avisadas


 

En el mundo de la maternidad hay muchos tópicos pero también verdades como puños. Hay advertencias que se repiten y se repiten y, en estos casos, la voz de la experiencia es algo  tener muy en cuenta. Algunos de los avisos nos los apuntamos, otros los dejamos en la recámara y muchos directamente los ignoramos porque creemos que no es para tanto o que a lo mejor no nos ocurre. El caso es que el tiempo da la razón a muchas de esas madres que nos avanzaban cosas que iban a suceder. Lo estoy viviendo en mis propias carnes y también lo he comenzado a observar en otras madres que me rodean. Os voy a numerar algunas de esas cosas que casi siempre nos acaban sucediendo:


1.- Comenzar la guardería equivale a tener a tu hijo enfermo más de la mitad del tiempo

Lo sabéis, mi hijo no lleva ni un mes de guardería. Pues bien, la semana pasada sólo la pisó un día, un miserable día. Lleva diez días con tos, despertándose de madrugada y cargadito de mocos. Sabía que podía suceder, sabía que iba a suceder, que iba a enganchar de todo. Pero no imaginaba que iba a cazar el primer virus que entrara por la puerta. Y sobre todo, no me esperaba que le fuera a coger tanto cariño. Por supuesto, es una situación generalizada en todas las clases de P1. Esto es entrar por la puerta grande, sí señor.


2.- Tendrás muchas ganas de que camine y luego echarás de menos cuando no lo hacía

La verdad es que todavía no camina solo pero con su andador llega dónde le da la gana. Y sí, es un mareo constante ir detrás suyo porque intenta meterse por los huecos más difíciles e inaccesibles. El pasillo debe parecerle aburrido y monótono. Lo reconozco, todo era mucho más sencillo cuando no salía de su alfombrita. Ahora huele el peligro y le atrae la exploración. Por suerte, el andador hace que sea bastante ruidoso y eso me da pistas de por dónde camina. Ay, cuando vaya suelto… voy a ver dónde consigo una chichonera.


3.- Tener hijos es caro muuuy caro

Qué lejos quedaron los gastos de dos: gimnasio, estudios complementarios, hipoteca, cenas, viajes… Ahora tienes guardería, mútua para tres, piscina para el peque, inglés para el peque y una tarjeta oro en tu farmacia. Efectivamente, comprendes que el ritmo de vida de las familias es otro y la administración es otra. Los planes de futuro también son otros y pasan indudablemente por la calculadora.

 

4.- Con los segundos, llegan los celos

Esto obviamente no lo he vivido todavía en primera persona pero lo anoto como apunte de futuro porque lo estoy viendo en amigos. Los hermanos mayores necesitan un periodo de adaptación cuando llega un hermanito. Esto es así. Si no se rebelan al principio, lo harán después con pequeños detalles. Hasta el momento han sido ellos los protagonistas, los que se llevaban todas las atenciones pero ahora deben aprender a compartir y a entender que hay una personita que se lleva todos los mimos en este momento. ¿Resultado? Agotamiento extremo para los padres hasta que la situación se encarrila y se logra una convivencia feliz.

Por supuesto, esto no es una ciencia exacta pero hay situaciones clásicas, de libro, que nos llegan a todas. Unas son pura anécdota y otras requieren de grandes dosis de paciencia para que no nos agobien en exceso. Pero hace gracia ver cómo llegamos a ciertas “bases” en esta carrera de la maternidad. Porque esto es como una carrera y cada etapa es una base que debemos alcanzar y superar. Y aunque a veces haya ganas de lanzar el bate y volver al banquillo, no podemos!! Al fin y al cabo, este es el partido que toda la vida estábamos esperando jugar, no? ;-)

viernes, 27 de septiembre de 2013

Madres equilibristas



La verdad es que los días se pasan volando cuando trabajas y exprimes las tardes para  repartirte entre tu hijo, recados, las cosas de casa, dejarte caer de vez en cuando en el gimnasio, atender al resto de la familia... Y así voy y me doy cuenta de que hace más de una semana que no escribo nada por aquí. En mi último post os avancé que hablaría de las diferentes maneras que tenemos de montárnoslo entre nuestra faceta de madre y mujer "libre". Podría decir que las hay que se lo montan bien y otras que lo hacen mal pero sería un análisis muy simplista. Así que matizaré los modelos de madre que he ido conociendo estos años y vosotras mismas os haréis vuestra propia idea.

A mi alrededor veo muchas madres y padres con ritmos de vida laboral diversos ya que unos viajan mucho, otros tienen horario partido, algunas trabajan desde casa y otras están en parón laboral. Esto conlleva diferentes niveles de estrés con sus hijos. Porque una sufre durante los días en que su marido está de viaje pues le toca ocuparse de todo al llegar a casa: bañar al niño, hacerle la cena, dársela, dormirlo, llevarlo a la guardería al día siguiente, etc. La que cuenta con la ayuda del marido, resulta que tiene a dos terremotos a los que ha de entretener desde las cinco de la tarde hasta la hora de la ducha. También está la que llega tarde y en vez de jugar con su hijo ha de organizar la compra, las comidas, la casa. Sin olvidar a las veteranas que empalman las actividades extraescolares y si no es básquet, es danza, si no teatro o inglés. Con estas no puedes contar ningún sábado por la mañana. Absolutamente todas necesitan un momento de desconexión. Si las ves con las raíces sin teñir, ropa cómoda todos los días y sin otro tema de conversación que no sean los niños, definitivamente han de cambiar el chip.

Ahora os resumiré cuatro tipos de mujeres a la hora de montarse la vida. Hay madres a las que les cuesta separarse de sus pequeños y lo quieren hacer todo con ellos. Estas salen de cena muy de vez en cuando y cuando lo hacen, o bien dejan al marido en casa o si salen en pareja, en poco rato vuelven para no alargar el canguro. Si son mujeres a las que les gusta socializar, salir en pandilla y conversar, en cuanto sus hijos son más maduros van recuperando su vida social. Pero dependiendo del nivel de estrés si tienen dos o más hijos, os aseguro que necesitan su rincón personal semanal. Conozco a alguna madre en esta situación y esa pequeña desconexión la recarga.

Por otro lado están las madres full time que aparentemente no se estresan, siempre están divinas, no pierden los nervios, hacen excursiones en familia por aquí y por allá y tú te preguntas dónde está el secreto. ¿Buena organización? ¿Un Santo de marido que colabora en todo? ¿Yoga? ¿O nos ocultan algo? Tal vez sea una mezcla de todo eso, o que la pareja hace alguna mini salida a solas o vete a saber, que cultivan un temple que muchas quisiéramos.

Están también las que se lo montan de fábula y cuando las escuchas dices aquello de "Olé tú!" Porque con dos criaturas pequeñas se van de cena un jueves, planean un teatro así, improvisado (no me acuerdo de lo que significa improvisar si no va unido a la palabra cena o comida abriendo la nevera), se van de fin de semana a Ibiza con las amigas y encima les sobra tiempo para salir a correr dos tardes a la semana. ¡Y sus maridos no se quieren divorciar de ellas! Estas madres entran directamente en mi catálogo de ídolos.

Y por último están las que intentan hacer encaje de bolillos para equilibrar una vida perfecta que incluya: tiempo para estar con los niños (paseos, parque, juegos, salidas, etc), tiempo para compartir con la familia (no descuidar a los abuelos, primos, tíos...), tiempo para la pareja (cenas a solas, un cine de vez en cuando y si se tercia mucho una escapada de fin de semana romántico) y tiempo con las amigas (echar unas risas con una salida de chicas, un café, ir de tiendas...). No se me ocurre otro comentario que no sea  IMPOSIBLE. Y si alguna de vosotras ha logrado el equilibrio perfecto sin que chirríe ninguna de las partes, que me lo cuente pero advierto que soy incrédula. Intentarlo puede provocar frustración.

Supongo que al fin y al cabo, cada una de nosotras hace lo que puede e intenta ser feliz disfrutando de lo que tiene. Y si no hay cine, pues se baja algo por Internet. Si no hay cena romántica de restaurante, se enciende una velita junto a la ensalada y le echamos imaginación. Y si no hay manera de vernos con las amigas, tiramos de whatsapp. La cosa está en saber identificar esos momentos de "No puedo más" y antes de explotar, buscar una vía de escape. Porque hay que aprender a desconectar ya que si no lo hacemos, no vamos a estar bien con nosotras mismas ni con los que están alrededor.

Así que ya sabéis, no intentéis ser perfectas. Sed felices!!

martes, 17 de septiembre de 2013

Comenzó la aventura




Ya es oficial, mi niño ha comenzado su cole de pequeños. Y está resultando como esperábamos. Aunque estos días sólo va dos horas, él entra triste y su padre sale doblemente triste. Por un lado me "alegro" de no tener que ser yo la que lo deja lloroso y vuelve a casa con remordimientos. Pero, por el otro lado, me sabe mal no estar a su lado en estos momentos tan importantes en su vida.

El primer día entró engañado. No lo digo porque le dijéramos "Vamos a por tu juguete, ahora venimos" y nos largáramos sin decir adiós. Me refiero a que no tenía ni idea de qué era aquello y qué iba a pasar, como es lógico. Así que allí se quedó. O mejor dicho, allí lo robaron de nuestras manos porque apenas te dan tiempo a despedirte. Por aquello de no alargar el adiós dramatizando en exceso. Lloró porque tenía sueño (cada mañana echa una siestecita de media hora) y no quiso el chupete. Finalmente se quedó dormido y así se lo encontró su padre al ir a por él a las dos horas. El segundo día durmió de nuevo y con semi pucheros fue investigando el territorio hasta que llegó papá y vio el cielo abierto. El tercer día los diez niños de su clase, él incluido, entraron llorando. Y hoy, ya en el pasillo se agarraba la pierna de papá para no entrar en clase. Está claro que ya sabe dónde se mete.

El jueves se quedará las ocho horas seguidas y la cosa se pone seria. Me pregunto si será consciente de que pasan las horas, demasiadas, y nadie lo va a rescatar. Me pregunto si tendrá la sensación de que lo han abandonado. ¿Tardará en distraerse y abstraerse del tiempo que pasa allí? Me comentaban que hoy a una niña de la clase no la han ido a buscar a la hora y la pobre se ha puesto a llorar al ver que llegaban padres a por el resto de sus compañeros y no aparecían los suyos. Qué lástima.

Tenemos clarísimas las ventajas de esta experiencia para nuestros hijos, a parte de la necesidad al trabajar ambos padres. Pero no tenemos ni idea de lo que pasa por sus cabezas cuando pasan de estar las 24 horas del día con papá y mamá o los abuelos y de repente se quedan en una clase rodeados de desconocidos. Por suerte, sabemos que van a descubrir un sinfín de cosas y que se lo van a pasar genial. Claro que, por lo menos en esta etapa inicial, cuando preguntas a las cuidadoras qué van a hacer allí, te contestan con  un simple y pelado"Jugar". También es curioso que ahora que por fin tiene su pequeña pandilla de juegos, te cuenten que tu hijo va a su bola. Y piensas "Vale, lo hacen todos a esta edad, ¡pero si nuestro niño era muy sociable!" En fin, que no vale la pena hacerse películas porque todo llega a su debido tiempo, hasta el pelearse por el mismo juguete (que no deja de ser una manera de comunicarse).

Ya os comenté en el anterior post que los niños se enganchan y despegan dependiendo del juego que les des y el roce. Pues por mucho que te digan que esto va y viene, que cambiará segurísimo en poco tiempo y volverá a pedirte brazos, he de decirlo, lo llevo fatal. Quiero mamitis, defiendo la mamitis y estoy dispuesta a tener una lapa pegada a mi pierna todo el tiempo que haga falta. Y si algún día resoplo y alguien me quiere recordar estas palabras, aceptaré el mea culpa. Qué queréis que os diga, lo necesito, forma parte de mi.

Y saliendo de este empalagoso momento, prometo cambiar de tema y aparcar la guardería en mi próximo post. Volveré a echar un vistazo alrededor para hablar de madres que lo hacen todo con sus hijos porque no entienden su vida de otra manera y lo llevan de fábula. Madres que lo hacen todo con sus hijos y viven al borde de un ataque de nervios. Y madres que se lo montan de maravilla  y encuentran tiempo para compaginar la faceta de madre y mujer "libre". ¿Os sentís identificadas con algún grupo?

domingo, 8 de septiembre de 2013

La separación




Llegó el momento. Tenía que pasar y ya ha pasado aunque dicen que lo más duro es lo que está al caer. Mi pequeño y yo nos hemos separado. Durante el embarazo lo llamaba mi mochililla porque lo llevaba en la barriga y no me podía despegar de él. Y cuando nació lo seguí llamando así porque éramos inseparables, sobre todo durante toda la lactancia como es lógico. Lo he tenido conmigo todos los días durante 13 meses hasta que he vuelto a trabajar. Viví un paréntesis que necesitaba en su momento y me sirvió para disfrutar a tope la mejor experiencia de mi vida y ahora tocaba retomar mi vida laboral al 100% (porque nunca llegué a desconectar del todo del periodismo) Pensé que separarme de él sería especialmente duro los primeros días y he de decir que si te paras a pensar y te recreas, puede ser muy triste. Pero como no he tenido mucho tiempo para darle vueltas, está siendo llevadero. Pero lo mires por donde lo mires, me he desenganchado de mi pequeño.

Mi hijo no comenzará la guardería hasta finales de la semana que viene. Los primeros tres o cuatro días irá unas horas nada más. Lo llaman adaptación, lo cual me parece muy lógico sobre todo para los niños que nunca han estado separados de su familia. Pues bien, el recurso por excelencia durante estos primeros 15 días de trabajo son los abuelos. Dejas la comida preparada, las cuatro instrucciones sencillas y te vas tranquila sabiendo que va a estar de maravilla. Cuando pasas más de ocho horas seguidas sin ver a tu pequeñ@ (un récord tratándose de día ya que alguna que otra noche lo hemos dejado) y vas a recogerlo, te imaginas la escena más o menos así: a) una sonrisa de oreja a oreja al verte b) unos brazos extendidos pidiendo a gritos que lo cojas y c) llanto en forma de protesta porque lo has dejado. Pues bien, en lugar de esto, me encontré a un bebé tan pancho, que a duras penas se giraba cuando lo llamaba y que me regaló una mini sonrisa antes de seguir con lo suyo. Así que automáticamente me invadió una frustración mezclada con... ¡¿celos?!. Algo así como "será chaquetero que va y me olvida a la primera de cambio". Pero como lo importante es que esté bien, pues no queda otra que hacer de tripas corazón.

Lo del apego con los hijos es un verdadero misterio porque nunca sabes si va a salir madrero, padrero o ninguna de las dos cosas. Yo he sido la que, con diferencia, más horas ha pasado con mi hijo hasta el momento y os puedo decir que mamitis no tiene mucha. Y es que, ahora voy a hacer un apunte marujil, a diferencia de su padre o los abuelos, mi tiempo libre lo tengo que repartir entre estar por él y llevar la casa. Así que conmigo ha jugado pero también ha ido a su aire. En cambio, los abuelos le dedican en exclusiva todo el rato que comparten juntos. Y su padre también dedica buena parte de su tiempo a risas y juegos. Esto crea unas conexiones muy especiales. Por supuesto que todo cambia a medida que se hacen mayores. Hasta hace bien poco, a  mi hijo lo podían secuestrar que no nos hubiéramos enterado. Se dejaba coger por todo el mundo, reía las gracias continuamente, a conocidos y extraños. Pero eso está comenzando a cambiar porque, aunque sigue riéndole a todo el que le diga cualquier tontería, lo de que lo coja un desconocido ya no lo lleva tan bien. Ahora se te agarra del cuello para que no lo dejes ir. Y no os voy a engañar, me encanta ese momento "me pego a mamá". Muchas madres me dicen que ya va bien que no tenga mamitis porque así te dejan un poco a tu aire. Mmmmmm, intentaré recordarlo la próxima vez que eche rayos por los ojos cuando vaya a  buscar a mi hijo y se quiera bajar de mis brazos al minuto uno porque quiere juerga con el abuelo. Volviendo a mi separación y frustración al ver que no me echa mucho de menos, he optado por no hacer mucho caso y aprovechar el tiempo que tenemos para hacer cosas juntos.

Otro de los inconvenientes de la separación es que las cosas no se hacen a tu manera. Si llevas un mes luchando porque se coma la verdura chafada y no triturada, al recogerlo tu suegra o madre te dirá que la ha triturado porque le daba apuro que no se fuera a atragantar. No me hago mala sangre porque entiendo que cuando no se trata de tu hijo se sufre el doble y la responsabilidad es muy alta. A mi peque hace unos días le salieron unos granitos por la mano, piernas, cara... Enseguida pensamos que eran picaduras de algún insecto. Mi suegra me lo trajo toda preocupada con una pulsera antimosquitos en el tobillo. Pues ayer nos enteramos de que se trata de una reacción a la vacuna de la varicela! Menos mal que ya estamos inmunizados en casa. Tomad nota si tenéis que vacunar a vuestros hijos.

Pero la separación grande viene con la guardería. Aunque las horas sean las mismas esto va en serio. El saber que en un momento dado puedo llamar o pedir que me envíen una foto del niño para ver como está es un gozo. Ahora tocará esperar porque estará en su cole de pequeños. Y lo peor es que sé que los primeros días se sentirá solo y no entenderá que no estemos alrededor. Lo sé, será cuestión de días que se adapte y luego lo pasará de fábula. Peeero, comenzará a ser un poquito más independiente y de alguna manera se despegará. Es ley de vida, es positivo, es conveniente.. En definitiva, es la etapa que toca! Madre mía, si esta pequeñez me provoca tal reflexión, el día que se marche de casa, lo primero que haré será coger cita con un terapeuta.

Cuando vuelva a escribir por aquí, mi peque ya habrá tenido su primera toma de contacto con la guardería. Tengo muchas expectativas (y prisas) puestas en esta etapa y no sé si me paso de la raya. Porque confío en que se espabile para masticar, comer solo, probar alimentos nuevos, construir montañas de cubiletes y no sólo destruir, dar sus primeros pasitos, decir sus primeras palabras... Vamos, que sólo me falta pedir que le enseñen a hacerse la cama con 15 meses!

Seguro que pensaréis que soy una exagerada llamando a este post "La separación" Pues es la sensación que tengo pero lo veo de la manera más positiva que hay. Al fin y al cabo, servirá para que tengamos muchas cosas que explicarnos cuando nos veamos. Pero pobre de él que no corra al verme en la puerta de su clase cuando lo vaya a buscar! ;-)


 

martes, 27 de agosto de 2013

Normalizar lo normal




Hoy me gustaría hablar de una polémica que va y viene según aparecen casos de discriminación y se aviva el debate. Me refiero al reciente episodio que vivió una madre que fue expulsada de una tienda Prymark por querer amamantar a su bebé en el espacio público. A consecuencia de este caso, y otros que casualmente se dieron anteriormente en la misma cadena comercial, se organizó una tetada frente a las tiendas en modo de protesta. Todo esto hizo mucho ruido gracias a las redes sociales. Y yo me pregunto, ¿cuanto tiempo más ignorarán las marcas nuestras quejas si saben que un cliente cabreado la puede liar y mucho con sólo abrir el ordenador? A lo que iba, me parece increíble que en el siglo en el que estamos todavía tenga que ser noticia una mujer dando el pecho en un lugar público. Y, aunque tengo una opinión muy particular al respecto, también me parece increíble que no existan salas de lactancia como existen lavabos de señoras y señores. Por no hablar de los cambiadores. ¿Cuántas veces hemos tenido que cambiar a nuestros bebés en una silla frente a la mesa dónde nos comemos el filete?

Os he dicho que tengo una opinión muy personal respecto al caso Prymark. Sólo he ido a una de las tiendas que la cadena tiene en Barcelona y, la verdad, es agobiante. Hay muchísima gente y apenas puedes caminar por los pasillos. Y si vas con el carrito del bebé, ya ármate de paciencia. No se me ocurre cómo se pudo poner la mujer de la noticia a dar el pecho con ese panorama porque tropiezas con ropa y colgadores tirados por todos sitios. A parte de que veo complicadísimo relajarse así, incluso en el probador. Yo, y esto es muy personal, hubiera salido a buscar la cafetería más cercana. Y no lo digo por esconderme, lo digo porque, dentro de la necesidad de dar el pecho a mi hijo de inmediato, intentaría buscar una mínima intimidad. O evitar que me vaya rozando la gente continuamente. Pero el caso es que la mujer no pudo elegir entre quedarse o marcharse porque directamente la echaron con la razón de que podía ofender a algún cliente. Es triste pero sí, sacar el pecho en público para dar de comer a nuestros hijos puede ofender. Es algo que llevan haciendo las mujeres desde que existen pero parece que no sea normal. No digo que no haya personas mayores muy recatadas y cerradas de mente pero ¿para qué están las nuevas generaciones si no para progresar?

Cuando yo aún no había tenido a mi hijo y me encontraba con mujeres dando el pecho, en el gimnasio por ejemplo, me preguntaba si yo me atrevería a hacer lo mismo con mi pudor. Lógicamente, una vez tienes a tu bebé en brazos, si quieres salir de casa, has de quitarte las vergüenzas de encima. Y no me llegué ni a plantear la duda, di el pecho a mi hijo en infinidad de sitios. Aunque nunca en una tienda o supermercado. ¿Por qué? Pues porque no me parecían lugares cómodos ni relajados y no me venía de 5 minutos para salir y buscar un espacio tranquilo dónde sentarme. No se trata de esconderse pero para mi, amamantar a mi bebé, tenía que ser un momento de paz, tranquilidad con la mejor intimidad que pudiera encontrar dentro de las circunstancias. No nos engañemos, el mejor sitio para esto es el sofá de nuestra casa. Pero como os digo, con bebés que demandan hasta cada dos horas, no es cuestión de recluirse durante meses. Así que, por suerte, para la gran mayoría de personas, es algo natural y normalísimo ver a madres dando el pecho en bancos, cafeterías y restaurantes.

El caso es que cada madre es un mundo y a lo mejor para algunas no es fácil sacarse el pecho en según que sitios por pudor al ir acompañadas de familiares, compañeros de trabajo, etc Entonces mi pregunta es ¿por qué no se han instaurado ya las salas de lactancia en la mayoría de locales? ¿Verdad que en su día se dividieron los restaurantes en zonas de fumadores y no fumadores? ¿Verdad que se hicieron los ajustes que hicieron falta con tal de no perder clientela ante la nueva normativa? Pues ¿por qué no se acondicionan pequeñas salas para este fin? Muchas pensaréis que obligar a las madres a meterse en esas salas es lo mismo que esconderlas. Yo os respondo que no, si dan la opción a elegir. No las obliguemos a encerrarse, démosles la opción de escoger entre quedarse en su sitio junto a los demás o apartarse a un lugar acondicionado especialmente para ese momento. Yo, ante esa posibilidad, muchas veces optaría por la sala, por mi comodidad y la de mi bebé.

Creo que hay que protestar por la discriminación y por no ver algo natural que una madre deba alimentar a un bebé para el cual no hay horas ni lugares. Pero también hay que protestar porque no se considere esta como una necesidad diaria, presente en todos los lugares, como la de los fumadores que sí encuentran sus rincones y ceniceros. Algún día normalizaremos lo normal, sólo es cuestión de tiempo.

lunes, 19 de agosto de 2013

Los trocitos, un episodio de miedo

Hola a todas!



Ya estoy aquí de nuevo después de unas semanas de vacaciones. Han sido unas vacaciones realmente diferentes y no os voy a engañar, no demasiado relajadas. Justo antes de hacer maletas, fuimos a la revisión de un año con la pediatra y nos llevamos de allí una nueva lista de consejos en alimentación. Esperaba con ilusión la llegada de una nueva etapa en este sentido pero, ay, ilusa de mí, me las prometía demasiado felices!! Por lo que me han contado, a unos niños les cuesta y a otros no. Pues el mío entra de lleno en el primer grupo. El título de mi peli de terror veraniega se llama: "Los trocitos"

Así es, la recomendación en esta etapa es la de dejar de lado progresivamente el triturado para comenzar a masticar. Y da igual que tenga cuatro dientes que ocho. Cuando le comenté a mi enfermera que todavía le trituraba los fideos de la sopa porque me hacía ascos, me echó tal mirada de "¿Cómorrr?" que me fui de allí dispuesta a ir hasta el final en mi lucha por conseguir que mi pequeño espabile. Quizás me lo he tomado demasiado en serio y tal vez exagero imaginando a mi hijo en la guardería con su papilla mientras los demás comen bocadillos pero soy así de tozuda. Pues bien, con esa misión puesta entre ceja y ceja llegué al apartamento de veraneo. Eché un vistazo a todos los alimentos que debo ir incorporando a su dieta y le planté delante un plato de macarrones con tomate. No hace falta que os diga que no se comió ni uno. Ni entero, ni cortado ni triturado. Por la noche probé con una tortilla a la francesa. La recogí trozo a trozo del suelo. Al día siguiente ya estaba hirviendo verdura de nuevo pero probé con chafarla en lugar de triturarla. Entre manotazo y manotazo a la cuchara creo que limpié verdura hasta de las patas de la silla. Valoración inicial del proceso: fracaso absoluto.

Todo esto fue acompañado de nervios, desesperación y discusiones con mi marido. Porque os aseguro que estos momentos de estrés repercuten, siempre, en la pareja. Y de nuevo llegó el aluvión de consejos. De de las abuelas: "Es todavía muy pequeño, sigue dándole la papilla porque lo importante es que coma. Ya tendrá tiempo de comer macarrones. Si apenas tiene dientes" Estos consejos fueron diametralmente opuestos a los de las amigas madres recientes: "No des marcha atrás porque entonces se saldrá siempre con la suya. Sigue intentándolo poco a poco. Y si un día come menos o no come, tú no te preocupes"

Si recurría a la verdura triturada, sentía que no avanzaba nada y posponía un trance por el que habría que pasar sí o sí antes o después. Si por el contrario me empeñaba en que comiera trozos, me jugaba el que el niño se fuera a la cama sin comer o que cogiera manía a la comida. Así que opté por una combinación de ambas cosas: medio plato triturado y medio chafado para que fuera masticando mínimamente algo. Los primeros días no fue fácil ya que iba escupiendo los tropezones. Y llegué a pensar que la había pifiado porque mi hijo ya no se fiaba de lo que le daba y de entrada ya ni abría la boca. Había que batallar desde la primera cucharada para que viera que era esa fruta o esos cereales que tanto le gustaban. Reconozco que no llevé bien porque ver comida saltar por los aires me desquicia. Y encima tocaba distraerlo para que no pensara en lo que le estábamos dando. Pues ya nos veis a los dos más otra pareja de amigos haciéndole las mil monerías durante media hora o más. Fue agotador..

No, estas no han sido unas vacaciones relajadas. Todo el día pendiente de la hora para irnos a tiempo de la playa y darle la comida (porque si llegábamos a la una o más tarde, se nos dormía literalmente encima del plato), haciendo los mismos potajes que en casa (nada de comidita rápida en plan vacacional) y peleándome comida, merienda y cena. El otro día fuimos a casa de unos amigos y no llevamos su cena. Improvisamos pan con tomate y jamón dulce. Con el pan no hubo problema pero los trocitos de jamón fueron otra historia. Se los intenté meter por encima del pan y por debajo. Incluso puse a las hijas de nuestros amigos a comerlo delante suyo para ver si él se animaba a imitarlas... No funcionó nada. Creo que lo engañé para que comiera la friolera de dos virutas de jamón. Y casi me cayó la lagrimita de la emoción. Cómo no, acabé pidiendo la escoba y fregona para borrar la batalla campal. Por suerte, la pareja anfitriona tiene dos niños y fueron comprensivos.

A día de hoy ya he conseguido que coma verdura chafada con virutas de pescado o carne (esta si triturada), la fruta poco triturada y la pasta de la sopa entera (maravilla y sémola). Y ya come yogurts naturales normales (no de bebé). Esta semana me he empeñado en conseguir que coma tortilla a la francesa. Lo de los macarrones no sé si dejarlo para la guardería. Me dicen que esto nos  ha ido bien iniciarlo en vacaciones porque en el día a día vamos cansados y no tenemos tanto aguante. No sé qué decir, me parece un sueño la imagen idílica que tenía de playita y relax en la orilla. Solo cuando he pasado tres días con mis suegros he conseguido bajar a la playa relajada con la mente en  blanco.

No puedo decir que haya superado ya la prueba de los trocitos pero sí intuyo que es cuestión de persistir y no volverse loco. Y, como siempre, mi consejo es evitar los extremos. No hay que retrasarlo al año que viene pensando que ya comerá cuando sea más mayor pero tampoco mandarlo a la cuna sin comer si no le da la gana masticar. Creo que es pronto para eso. Ya sé que me intentará agotar para salirse con la suya y que si le doy una galleta se le acabarán todas las tonterías pero hay muchas cosas que no comprende todavía y no puedo razonar con él. Y como todavía somos más perspicaces que ellos, seguro que encontramos la manera de colar esos bocados. Si hoy conseguimos cuatro cucharadas de las buenas, mañana seguro que serán cinco o seis. Así que sigo erre que erre con este reto y os repito el mejor consejo que hay en la crianza: PACIENCIA

martes, 30 de julio de 2013

¡¡Un añito!!





¡Este domingo, el Rey de la casa cumplirá su primer añito! Me gustaría dedicarle el post de hoy repasando lo que ha significado para nuestras vidas su llegada, todo lo que ha cambiado él y lo que nos ha cambiado a nosotros. Porque te lo pueden contar y te lo puedes imaginar pero hasta que no lo vives no lo sabes de verdad. Y el sentimiento.. ¿Cuántas veces hemos escuchado lo de que no sabrás nunca lo que te quiere tu madre hasta que lo seas? Pues es cierto también que ese amor es el más poderoso que existe y, además, es irreversible porque nos acompañará hasta nuestro último día.

Pues bien, hace un año estaba salida de cuentas y aguantando el dolor de espalda como buenamente podía mientras me acostaba cada noche pensando que me iba a poner de parto. Y al fin, la madrugada del 4 de agosto sucedió. Rompí aguas, comencé a tener contracciones y tranquilamente fuimos hacia el hospital con los bártulos preparados desde hacía ya unos cuantos días. El parto fue muy largo y, como sabéis, acabó en cesárea. En cuanto lo vi supe que hay sueños que se hacen realidad. El primer mes fue el más duro porque un posparto en pleno agosto es agotador: el calor, los puntos, no dormir, la cuarentena... y si le sumas un inicio de lactancia materna doloroso, ya le pones la guinda al pastel. Pero todo pasa y al final le coges el tranquillo al asunto.

Por circunstancias de la vida, he podido disfrutar de este primer año de mi hijo con él las 24 horas ya que no he trabajado. Si eres una persona acostumbrada a hacer muchas cosas a la vez, cuesta hacerse con este nuevo ritmo de vida. Pero vale la pena saborearlo y apreciar esta posibilidad ya que, a lo mejor, cuando tengas un segundo hijo ya no tienes esa oportunidad y te da pena no poderle dar las atenciones que recibió el primero. He estado con él absolutamente todos los días y lo he visto aprender a reír, sentarse, coger los juguetes, dar palmadas, darse la vuelta en la cama, gatear, balbucear, ponerse de pie y ahora está a puntito de caminar. También me gustaría llevarle de la manita por lo menos su primer día de guardería en septiembre. Dicen que las madres lloran más que los niños en ese momento. Con lo sensible que estoy, se me hace un nudo en la garganta sólo el imaginarlo. Pero sé que se lo va a pasar tan bien que no me voy a arrepentir ni un segundo de esta decisión.

Ser madre ha dado un vuelco a mi vida. Lo adaptas todo a esa criatura. Se acabó el ir a cenar o quedar para la cervecita de las ocho y los planes improvisados durante la tarde como meterte en un cine o ir a la playa. Porque ya lo comenté en un post, ir a la playa con críos requiere muchas ganas y ánimo. Te cuelgan bártulos hasta de las orejas. Por supuesto que no nos hemos encerrado en casa porque siempre podemos salir por separado o dejar al niño con los abuelos. Pero no hay que olvidar que ellos también tienen su vida y que un niño de esta edad requiere atención cada minuto. La relación con los amigos sin hijos cambia sensiblemente porque dejan de incluirte en muchos planes. Y no lo critico, supongo que es algo natural, el chip es muy diferente.  Hace un par de semanas tuvimos una comida en casa de unos amigos sin hijos. Fuimos tres parejas con críos. Hacía años que no organizaban una comida y creo que van a pasar unos cuantos más hasta que repitan la invitación. Había dos niñas de tres años, otra de casi dos y el mío de 11 meses. Las carreras por el pasillo y los gritos fueron una constante. Lo peor fue que se rozó la tragedia cuando una de ellas sacó los rotuladores y se acercó a una pared (apunte de cara al futuro: requisar la bolsa de pinturas mi hijo cuando vayamos de visita a otra casa). Por suerte no hubo que lamentar ningún graffiti pero estoy convencida de que, en cuanto salimos por la puerta, nuestros anfitriones saborearon la paz más absoluta.

La valoración de este año es fantástica. Cada día nos decimos que nos encantaría que nuestro hijo se quedara así de pequeño. Pero estamos deseando interactuar con él y tenemos muchísimos planes. Este año hemos estado muy limitados porque era pequeño para absolutamente todo. Aún y así, se aprende tanto de ellos! Y lo que queda porque su educación comienza ahora, desde el momento que empieza a comprender algunas cosas. Sólo esperamos hacerlo bien. Como he dicho otras veces, tener amigos alrededor que te lleven ventaja ayuda bastante porque aprendes de sus aciertos y errores. Aunque la máxima es que cada niño es un mundo y cada personalidad es única e intransferible.

El lunes nos marcharemos de vacaciones al apartamento de la playa. No cambiará mucho la rutina en el sentido de que estamos muy cerca, mantendremos horarios y el entorno será familiar. Iremos a la playa, piscina y todo lo tendremos a dos pasos de casa. El fin de semana pasado estuvimos allí y nos quedamos a mi sobrina, cinco meses mayor que mi hijo. Durante 20 horas supimos lo que sería tener dos niños pequeños. Y he de decir que el trabajo no lo dio ella sino el mío que era el que se tiraba de cabeza del sofá, se apoyaba en la mesita con el pico apuntándole en la frente, cogía los vasos de cristal, no se quería dormir por la noche y tantos y tantos etc. Aún y así, fue realmente divertido ("Claro, un día" estáis pensando, eh???)

Así que este domingo soplaremos su primera velita y, además, lo bautizaremos. Ya os contaré qué tal ha ido todo. ¡Felicidades cariño!




lunes, 22 de julio de 2013

Madres en la cocina




Nunca he sido una cocinitas aunque cuando me he tenido que poner, me he puesto y no me ha salido del todo mal. Pero no es algo que me apasione y como soy de mal comer, pues eso tampoco ayuda. Hasta que nació mi hijo, en casa pasamos haciendo las pastas de toda la vida, carnes y pescados a la plancha y platos sencillos. Nada que llevará más de 15 minutos hacer y lo elaborado, para cuando había invitados. Pero ha sido llegar el peque y los fogones echan humo...

Una vez confirmado el embarazo comenzó la operación bebé en la cocina. Fuera todo lo congelado, a comprar pescado fresco, comer fruta más a menudo (yo, porque mi marido es adicto a la fruta), menos refrescos, más agua, sopitas de la suegra, lentejas de la suegra, etc. Nada de dietas en el embarazo ni durante la lactancia. Y cuando acabó la teta, a adentrarse en el mundo de las verduras y sopas para mi hijo. La verdura era para mi judía verde y patata. Punto. Las sopas, venían en tupper o en tetrabrick. Ahora en la cesta de la compra entran constantemente todo tipo de verduras, algunas que nunca había probado. He comprado una olla de 15 litros que ni tan siquiera cabe en ningún armario para hacer sopa en cantidades industriales y congelarla. Por supuesto, pregunto constantemente a madres cómo la hacen ellas, cantidades, mezclas... Nunca antes había tenido nada en el fuego dos horas. Pero querer es poder y todo se aprende! Aunque cuando acabo con las ollas y el triturado, ya se me quitan las ganas de hacerme nada para mí.

Hasta el momento, las comidas son bastante rutinarias: cereales para desayunar, verdura con carne o pescado para comer (variando los tipos de cada uno), fruta en la merienda y sopa para cenar. En menos de dos semanas cumplirá un año y esperamos que en la visita a su pediatra nos indique cambios en su alimentación. Lo que está claro es que las rutinas son cómodas así que la faena en la cocina es limitada porque poco tengo que pensar. Por lo que me cuentan algunas madres de niños más mayores, pensar cada día en el menú es una lata. Sobre todo, si no come lo mismo que los padres. Algunas se bajan  los menús de la guardería o el cole para coger ideas y hacerse un cuadro semanal.

No creo que cambie mi pasión (poca) por la cocina, por lo menos mientras siga teniendo una mini cocina. Leo muchos Blogs de madres y casi todas caen antes o después en la tentación o incluso rutina de colgar recetas. Yo no sabría qué poneros porque mi especialidad es la tortilla de patatas y os aseguro que no tengo un ingrediente secreto. Realmente, que tenga un paladar "fino" no ayuda a que me anime a probar cosas nuevas. Dicen que cuando tienes un hijo, eso cambia y acabas comiendo de todo por aquello de dar ejemplo. Desde luego, ya desde sus siete meses cocino con ingredientes que no me gustan con lo que no voy a someter a mi familia a ninguna tiranía alimentaria. Lo de comérmelo.... ya es otro asunto. Pero si toca, toca. Me acaban de regalar un libro de recetas de Ferran Adrià. Tranquilas, que no se han vuelto locas mis amigas, se trata de las recetas de los platos que comen los cocineros. Tiene muchas recetas sencillas de platos sencillos con un toque más gustoso que como los cocinamos en el día a día. He prometido ponerme a ello. Así que la maternidad nos puede sacar algo más de dentro a las mujeres: la cocinera escondida.

Y entre bocado y bocado, estamos en esa época interminable en la que el niño se lo mete todo en la boca. Gracias a un ángel divino o a la providencia, por suerte no se ha tragado todavía ni el sacapuntas de sus amiguitas ni la moneda de 10 céntimos escondida en el sofá, ni el post it que arrancó de la pared ni todo lo demás que Dios sabe cómo encuentra por la casa. Es entonces cuando piensas: "Y me preocupo por el chocolate que le da de estrangis la abuela..."

Hasta la próxima!



martes, 16 de julio de 2013

Aprendiendo a caminar




Es increíble todo lo que sucede en el primer año de vida. Doce meses para un adulto puede equivaler a alguna arruga o cana y poca cosa más. Pero en un recién nacido es un universo: aprenden a respirar y comer fuera del vientre materno, a dormir solo, mamar, comer en cuchara, morder, sentarse, decir las primeras palabras, reír, gatear, levantarse y caminar. Seguro que me dejo algunas cosas pero ya sólo este resumen es impresionante. Y como decía en posts anteriores, a veces queremos correr demasiado y esperamos con ansia a que nuestro hijo nos sorprenda con algún nuevo avance. Pues bien, estaba contando los días para ver a mi pequeño gatear. Y ahora que ya lo hace y ya se levanta sólo, he de dar la razón a las que me decían: "Se acabó la tranquilidad"

Gatear significa para un bebé poder llegar y acercarse a cualquier cosa que le llame la atención. Y, por supuesto, eso que les atraiga no será ninguno de sus juguetes sino el mueble de la tele, las revistas, los CD's, el ventilador, etc, etc. Y cualquier cosa es un peligro en potencia. Si se levanta por el mueble, te lo imaginas resbalando y dándose un golpe en la cabeza con el canto, si lo ves arrancando revistas, lo ves comiéndose las páginas y si se acerca al ventilador, aunque sea uno alto de pie, ves claro que trepará y meterá los dedos. De nada servirán las protecciones para los cantos porque, por lo menos en mi caso, lo primero que hace mi peque en cuanto aparece por el comedor por la mañana es ir a arrancarlos.

Está claro también que, a medida que pasan los días, ellos ganan en velocidad y si antes calculabas que en ir al baño y volver, apenas habría traspasado el salón, ahora ya casi te pilla en la puerta del lavabo. Desde luego, el puzzle de espuma que durante unos meses ha servido de parque de juegos se convierte en el rincón de los juguetes porque los niños se apoderan de toda la casa. O por lo menos quieren estar allí dónde tu vayas. Aquellos espacios en los que lo tenías "controlado" han dejado de serlo. Lo de sentarlo en la cama mientras recoges ropa en la habitación ya no sirve. Por lo menos si has de darle la espalda en algún momento ya que no se está quieto ni medio minuto y se tiran de cabeza a la mínima que algo les llame la atención. Eso de que no tengan noción del peligro es un quebradero de cabeza constante.

Desde luego, es obligado proteger a los niños y para ello hemos completado el quit con una red en los barrotes de la terraza (para evitar cualquier rendija por la que se pueda colar), protectores para los enchufes y mecanismos que evitan que se abran puertas. Estamos pensando en poner barrotes en las ventanas y una pequeña valla que le impida entrar en la cocina que se ha convertido en algo así como un campo de minas ya que todo lo que hay ahí dentro grita DANGER. Si a esto le sumamos casco, rodilleras y coderas, tal vez, sólo tal vez nos relajemos un poco, jejeje. No podría existir la asistencia a domicilio para acondicionar la casa haciéndola menos peligrosa para los pequeños? Alguien que venga, localice y neutralice los puntos "calientes" por un módico precio incluido el material? Ahí lo dejo ;-)

Puesto que ya se pone de pie como le da la gana, suponemos que no tardará en caminar. Y ahí ya sí que da un giro total la situación. No puedes llevarlos de la mano constantemente y han de aprender a caerse y levantarse. El problema está en que no siempre caen de la mejor manera y la casa no está acolchada. Esa etapa la estoy viviendo con mi sobrina, cinco meses mayor que mi hijo. Y os puedo decir que los chichones en plena frente son una constante. En algunos momentos, sus padres se han sentido culpables por no estar al tanto o no llegar a tiempo. Comprendes su preocupación pero sabes que hay cosas que son inevitables. Y si no queremos que nuestros hijos sean miedosos y llorones ante cualquier caída, debemos comenzar por no ser dramáticos o, por lo menos, disimular nuestros sustos. Porque no nos engañemos, las primeras caídas nos duelen más a nosotros que a ellos y nos espantamos con facilidad. Espero que sea verdad eso de que retienen los tortazos y así aprenden a evitar los mismos coscorrones. Por lo menos nos consolaremos pensando que sólo sufriremos una de cada!

Así que bienvenidos los primeros pasitos, la autonomía y nuestro dolor de espalda!

martes, 9 de julio de 2013

El calor y los pequeños

 


Nos pasamos el año deseando que se acabe el frío, que llegue la manga corta, el calor y la playa. Y cuando llevamos dos días de sol abrasador ya estamos resoplando agobiadas. Es increíble lo que un pequeñajo de 11 meses puede llegar a sudar. Cuando duerme, suda, cuando come, suda, cuando gatea, suda, cuando va en el cochecito, suda... Así que siempre está con el pelo mojado. Estoy cruzando los dedos para que no se me vuelva a resfriar ahora que lleva el récord de dos semanas sin mocos. Increíble, pero cierto. (Espero que cuando vuelvan no lo hagan multiplicados por tres). Pues bien, no es nada fácil lidiar con las altas temperaturas y niños tan pequeños. Así que toca pensar en las posibilidades y precauciones a tomar.

Si vamos de paseo por la ciudad o a hacer compras, antes de salir de casa, toca poner la pertinente crema facial protectora (con su pertinente lucha y pelea con el bebé). El parque está prohibido antes de las 18h si es que da el sol de lleno. En Barcelona existen lo que llaman playas urbanas, o por lo menos existe una en el Eixample. Se trata de un parque urbano con una piscina grande de poca profundidad en la que te sumerges como en una playa. Lo encuentro una gran idea aunque si se masifica, puede ser muy agobiante. Porque el gran inconveniente de ir sola a piscinas o playas, a parte de ir cargada como una mula, es que no puedes alejarte de las cosas con el pequeño y vigilarlo todo a la vez. Obviamente, estás pendiente de tu hijo y, si puedes, pides que alguien eche un vistazo a lo tuyo. Así que si has de ir a sitios masificados, mejor acompañada.

Las piscinas creo que son perfectas para los primeros años de los bebés. No hay oleaje y los tienes más o menos controlados. Y las piscinas pequeñas de niños deberían ser perfectas. Digo deberían porque en cuanto escuchas a las propias monitoras decir que esa bañera se llena de cremas y pipís ya se te van quitando las ganas. Y si el mismo día lees acerca de los peligros de tragar esa agua y la cantidad de hongos que pillan pisando descalzos la orillita, pues ya se te quitan las ganas de repetir y te arrepientes de no haber frotado a tu crío con estropajo al llegar a casa. Por no hablar del riesgo a pillar otitis, conjuntivitis, moluscos... Dios, ¿¿¿hace falta ponerlo todo en un mismo artículo??? Así que el próximo día que vayamos a la piscina, nos meteremos directamente los tres en la piscina olímpica con flotadores y churros con tal de no pisar el suelo y evitar la concentración de sustancias no deseadas.

Y si a la piscina ya has de ir con manguitos, chanclas, gorrito y patitos, a la playa ya no te cuento. La sombrilla es absolutamente obligatoria. Y si puedes colocarte el iglú del Decathlon ya es lo más. Porque si a tu hijo le da por echarse la siesta, ahí dentro no entra la arena de los que patean por tu lado arriba y abajo. Sí, digo patean porque parece que la gente no sabe caminar levantando los piececitos para no enterrarte en arena. Así que ya tenemos al crío con su pañal de agua, bañador, chanclas y gorrito además de estar bien rebozado de protección 50. En la bolsa: pañales de recambio, bañador de recambio, cremas varias, chupetes varios, galletas, palitos, toallas, agua fresca y todo lo que haga falta para darle de comer si te pilla el toro. Añades el iglú más el cubo y la pala además de los juguetes varios de los que no se despega y puede que quiera. Por si todo esto fuera poco, leía en el blog de una madre la recomendación de llevar el Dalsy por si acaso a tu hijo le da el berrinche con el dolor por la salida de los dientes. Así que añadamos un botiquín de primeros auxilios si se hace daño con algo. Y si te acuerdas de ti misma, pon tu toalla y un sombrerito para que no te de un golpe de calor vigilando al peque.

De momento no nos hemos instalado todavía en la playa pero sí que la hemos estrenado con mi hijo. He de decir que le encantó y que no dejó de jugar con la arena y el cubo de agua. Claro que nos pasamos más rato sacándole la tierra de la boca que haciendo castillos. Todavía no lo hemos metido en el mar porque en la Costa Brava el agua está mucho más fresquita que por el sur y si no me meto yo, no lo voy a meter a él. Pero tengo muchas ganas ya. Veremos si las sensaciones son tan buenas como en la matronatación. Y si escogemos churro, manguitos o flotador.

Lo que está claro es que el panorama veraniego ha dado un vuelco. Se acabó lo de ir a tomar el sol a las 12:30h, con tu toalla, iPod y revista. Tu bolsa tan monísima casi vacía se ha convertido en una bolsaza familiar llena de cacharros. Y sí, ahora la familia dominguera que te mirabas a distancia en tus jornadas playeras resacosas se ha convertido en un espejo de ti misma. La vida son ciclos! Pronto me veré a mi misma llamando a grito pelado a mi hijo cuando se aleje del espacio pactado y acotado en la orilla. Asih, si es que no se puede criticar!

lunes, 1 de julio de 2013

El segundo, cuestión de querer

Hola de nuevo!!




Ya están aquí, los segundos están llegando. Algunos llegaron muy temprano y otros están sacando la cabeza estos días y meses. Amigas y conocidas han decidido ignorar la crisis y apartar de un manotazo los miedos e inseguridades tan comunes que trae consigo un segundo hijo y más en los tiempos que corren. Son valientes, desde luego. Pero no me quiero centrar en la valentía que implica lanzarse corriendo el maldito riesgo de perder el empleo, prefiero hablar de todo lo demás que conlleva dar un hermano a nuestro hijo.

Voy a hablar recogiendo experiencias, opiniones y tópicos de toda la vida sobre lo que se vive cuando llega el segundo. De momento, no puedo hablar por experiencia propia ya que sólo tengo un  pequeño. Pero me puedo hacer una buena idea... Ya desde el embarazo, la cosa cambia. Porque con el primero nos cuidamos, descansamos, papá no permite que estemos mucho rato de pie, nos deja toda la cama si hace falta para descansar bien anchas y dormimos tanto como nos pida el cuerpo (entiéndase fuera del horario laboral). Con el segundo, por lo visto, no hay mucho de todo esto. Porque, para empezar, si en el primer embarazo no cargamos ni con la bolsa de la compra, con el segundo toca levantar a un pequeñín de por lo menos 8 kg. Y cuando nace, pues toca lidiar con los celos del mayor, repartir atenciones y evitar el síndrome del príncipe/princesa destronad@. Y no parece nada fácil puesto que un recién nacido absorbe cada minuto del día. Y ahí es cuando papá y mamá han de repartirse las atenciones de los dos. El problema se hace grande cuando hay una diferencia de edad considerable. Es decir, cuando el ritmo del mayor es muy activo, se hace difícil compaginar actividades y el día a día es más ajetreado. Por ejemplo, si el mayor ya va al colegio, entonces tocará hacer dos viajes cada día, uno a la guardería y otro al cole. También será complicado compartir juegos entre los dos ya que el mayor se aburrirá con los juguetes de su hermano de cinco meses. Entre mi hermano y yo hubo nada menos que diez años de diferencia. A muchas madres les da pereza eso de volver a comenzar cuando el primer hijo ya es mayorcito. La mía debía tener ganas de marcha. No recuerdo haber compartido muchas cosas con mi hermano hasta que maduré un poco. Jugaba absolutamente a mi bola. Y no fue ningún problema, a los quince gané a un gran compañero de confidencias.

Tener un segundo hijo puede implicar ampliar una gran cantidad de cosas pero las principales son tres: la casa, el coche y la cuenta corriente. Lo de que si el primero es niño y el segundo también arregla lo de la ropa, pues es una verdad a medias. Al menos cuando es muy pequeño ya que si uno nace en junio y otro en diciembre, a la porra el cuadrar las prendas. Por lo menos, el segundo implica un ahorro. El de tonterías, precauciones y miedos. O al menos eso es algo en lo que coinciden muchas madres veteranas tras el segundo hijo. Vamos, que no desinfectaremos continuamente todo lo que toque el pequeño, no visitaremos urgencias tres veces en dos días por una fiebre y tantas otras cosas típicas de madres primerizas. De momento, me reservo la opinión. Soy demasiado primeriza ;-)

Si algo me ha quedado claro por los hijos de amigas mías es que el segundo siempre tiene un carácter diferente al mayor. Si el mayor es tranquilo, el segundo sale rebelde. Si el primero es prudente, el segundo un suicida. Pero si el mayor es un desastre en los estudios, el segundo seguro que saldrá de lo más aplicado. Conclusión: los hermanos no tienen por qué parecerse por muy hermanos que sean. Esto coge desprevenidas a muchas madres que viven una plácida y maravillosa experiencia con su primer angelito pues creen que el segundo irá calcado y acaban desquiciadas corriendo detrás de un torbellino rebelde. Y digo yo, ¿no es maravilloso que la naturaleza nos sorprenda de esta manera? ¿O no será que todo es mucho más sencillo? Vamos, que el pequeño se esfuerza por imitar a su hermano mayor sin comprender que tiene uno o dos años menos, muchas menos habilidades y menos conciencia del peligro. En estas circunstancias, ¿cómo no va a ser nervioso el segundo?

En definitiva, que hay que tener valor para tener un segundo hijo. Pero sobre todo muchísima ilusión. Porque con ilusión, las fuerzas llegarán y los problemas serán menos problema. Y tranquilas, que los niños crecen y llegará el día en que los pañales queden desterrados para siempre. Y con ellos el biberón. el chupete, las protecciones para los enchufes, el cochecito y tantas y tantas otras cosas para dar paso a una vida más sencilla y equilibrada con el ritmo de los padres. Pero también, amigas mías, echaremos de menos todo eso. Así que a vivir cada minuto intensamente y a guardarlo para siempre.

¡Hasta la próxima!