jueves, 5 de febrero de 2015

Niños, frío y pediatras confusos


Es inevitable, estos días no se habla de otra cosa que no sea el frío siberiano que nos azota. Y esto es algo que no deja de sorprenderme porque pasar frío en febrero lo veo de lo más normal, exceptuando si nieva en lugares poco frecuentes. Vamos, que lo que de verdad sería noticiable es que ahora nos invadiera una ola de calor y repentinamente tuviéramos que rescatar la manga corta del armario. Pero comentarios de ascensor a un lado, lo que nos agobia realmente estos días a las madres son los dichosos constipados, virus y todo lo que acaba en "itis". Estamos en esos días en los que nos encantaría poder dejar a los niños en sus cuartos todo el día a modo de bunker hasta que pasara el frío y el resto de críos dejaran de llevar el moco colgando al colegio.

Pues bien, descartada la opción anteriormente comentada, toca seguir con la vida normal y los niños han de salir de casa. Personalmente, soy muy reacia a sobre abrigar a mi hijo por la sencilla razón de que, al ser muy sudón, va a ser peor el remedio que la enfermedad. Vamos que si lo envuelvo en veinte capas y acaba chorreando por dentro, el frío le va a calar y va a ser carne de cañón. Porque luego está el microclima de la guardería, ese paraíso canario al que nunca llega el invierno y para el que has de planear la vestimenta de tu hijo como si siempre fuera mayo. Esto implica añadir complementos varios para protegerlo durante ese viaje de contrastes entre los veinte y pico grados de tu casa, los 2 grados de la calle y los 30 al llegar a la guardería.

Otra cosa típica de esta época del año es el repaso del parte médico de los compañeros de tu hijo. Cuando cuentas las febradas y bronquitis y ves que van cayendo uno tras otro te vas mentalizando porque sabes que el tuyo no va a ser una excepción. Es como llevarlo a la guerra, antes o después el moco-bala le da de pleno. Pero la verdad es que este año mi hijo está aguantando mucho mejor y las bronquitis lo están respetando desde Navidad. Ahora voy a hacer de prescriptora porque creemos que, a parte de tener un año más y haber sido operado de vegetaciones, la razón de la mejoría de sus defensas está en un refuerzo homeopático que le estamos dando: las famosas Sales de Schüssler de ferrum phosphoricum. Se las damos dos veces al día desde que comenzó el invierno y así mantenemos a raya la tos y bronquitis.

Otra cosa que nos trae de cabeza son las noches. Que si se destapa, que si la calefacción seca la garganta, que casi siempre acaba mojado porque se le sale el pipí, etc etc. Pues por si estáis en alguno de estos dilemas tan domésticos y apasionantes os cuento nuestra modesta solución. Para que no se destape, un juego de nórdico y bajera unidos con cremallera para que el niño duerma dentro como si fuera un saco. Que milagros no hace si vuestro hijo es contorsionista o escapista pero seguro que la mayoría de noches no se sale y duerme tapado. En cuanto a lo de los escapes, después de probar cuatro o cinco marcas y tallas diferentes de pañal, el único que me ha funcionado por el momento es el Dodot extraseco, el del paquete azul. Y para arreglar lo de la garganta seca por culpa de la calefacción, le ponemos un humidificador y cebolla al lado si le da por toser. No será muy glamouroso pero efectivo lo es bastante. Por otro lado, si tenéis que estar en casa encerrados muchas horas con la calefacción puesta, no está de más ir abriendo una ventana algunos minutos de vez en cuando.

Y no querría acabar este post sin mencionar el desconcierto que me producen algunos diagnósticos y la situación en la que nos ponen a veces los médicos. Ya os comenté alguna vez que he notado cierta tendencia en la seguridad social a evitar los antibióticos en contraposición con los pediatras privados que los dan con mucha más ligereza. Pues bien, en sólo 24 horas hemos recibido dos diagnósticos completamente opuestos al preguntar en una visita rutinaria por una leve tos que ha tenido mi hijo. Donde uno veía otitis y tos de pecho (y recetaba una semana de antibiótico) el otro lo veía todo completamente limpio. ¿A quién se supone que hemos de hacer caso? Cierto es que nosotros mismos nos hemos metido en este dilema pero no es menos cierto que nuestra intuición de que había un diagnóstico exagerado estaba bien encaminada. El caso es que esta situación no es normal y buscamos un pediatra en el que podamos confiar al 100%.

Y mientras seguimos luchando contra vientos, mareas y nieve bufanda en mano, yo no dejaré de recomendaros que os guiéis por vuestro instinto. Nadie mejor que vosotros va a conocer a vuestros hijos!