martes, 26 de noviembre de 2013

Amargando la dulce espera



El fin de semana pasado, charlando con una chica embarazada de diez meses y primeriza, me di cuenta de que, una vez convertidas en madres, nos empeñamos en resaltar todo lo "malo" que conlleva estrenarse en el mundo de los bebés. Y es cierto, nos centramos en explicar lo duro que es obviando la otra cara de la moneda, que tener un bebé es lo mejor que nos ha pasado nunca. Cuando esta chica me decía que ella y su marido estaban cansados de escuchar que el primer año es terrible y que nadie les cuenta lo bueno, me sentí mal. No creo haberla asustado cuando charlé con ella de la maternidad porque me centré más en su embarazo que en mi hijo pero seguro que en más de una ocasión habré pecado de "quejica".

Antes de quedarme embarazada solía hablar de las ganas de tener un bebé con mi cuñada que también lo buscaba desde hacía un tiempo. Y mientras nos imaginábamos nuestro embarazo, criticábamos a todas aquellas que "lloraban" y nos soltaban los topicazos "Aprovecha ahora, que luego no tienes tiempo de nada" o "Es agotador no dormir, no sabes lo bien que vives". No comprendíamos cómo alguien que vivía algo tan emocionante podía sólo quejarse y quejarse. Creíamos simplemente que algunas no valoraban lo que tenían. Tal vez no fuera así, seguro que todas lo valoran pero por alguna razón tienen que resaltar sus desventuras. Y ahora me pregunto si no estaré haciendo yo lo mismo...

De alguna manera, entiendo esa tendencia a sacar primero lo duro, lo cansado y lo difícil de sacar adelante un bebé. Porque no es ninguna exageración decir que el primer año es el más duro. Por la adaptación a una nueva vida, el aprender a cuidar de un bebé, el lidiar con la responsabilidad que conlleva hacerlo bien, el enfrentarnos a sus primeras enfermedades y el conciliar la maternidad con el trabajo. Estos son sólo algunos de los retos que nos llegan desde que salimos del hospital y supongo que necesitamos compartirlo. Pero si bien estoy de acuerdo con ello, también entiendo que no es lo que una mujer embarazada espera escuchar. No digo que todas pre-mamás novatas sean una inocentonas soñadoras pero no saben realmente lo que les espera. Ahora bien, ¿es necesario estropearles la dulce espera? ¿Por qué no contarles que van a llorar de emoción al ver la cara de su hijo por primera vez, que les va a parecer la cosita más preciosa del mundo, que van a ver su vida completa y, sobre todo, que les valdrá la pena cada sacrificio que esto conlleve? Porque no he conocido todavía a ninguna madre arrepentida, os lo aseguro.

Creo que tenemos tiempo de sobras para compartir nuestras peripecias con otras madres y hacer de madres consejeras como he explicado en viejos posts. No es necesario recordarle a una chica que está de 11 meses que no va a dormir en mucho tiempo porque seguramente ya se esté levantando cada tres horas por las noches para hacer pis. Ni que se olvide de ir al cine. ¿No será que de lo que realmente tiene ganas es de ir arriba y abajo con su cochecito? Y qué decir de hablar de partos duros y traumáticos cuando delante tienes a una embarazada a punto de salir de cuentas. ¿Queremos traumatizarla antes de tiempo?

En resumen, si a la dulce espera se la llama así será por algo. Y si pese a lo duro que resulta todo  repetimos, será porque nos hace inmensamente felices .


domingo, 17 de noviembre de 2013

Está claro, nos vacilan




El lunes fui a una reunión en la guardería porque querían explicarnos todo lo que hacen durante un día normal. Me moría de ganas por ir y que me contaran. También por ver su clase ya que por las mañanas, cuando lo dejo, no paso de la puerta. Cuando pueden entrar los padres es al recogerlo, a las 17h, imposible para mi puesto que a esa hora acabo de trabajar. Ver los dibujitos de sus manos en murales, sus nombres, los juguetes, las sillitas.. Todas esas cursiladas que hacen gracia en el primer año. Y es que pagaría por poder quedarme en un rinconcito espiando aunque sólo fuera por un día. Pues bien, he de decir que lo que nos explicaron fue revelador a la vez que inesperado...

La descripción comenzó con el buenos días al entrar en clase, el rincón de las canciones, los juegos heurísticos, las pinturas, el patio con su arenal, etc. Nada especialmente novedoso. Pero luego llegó la sorpresa porque, según las maestras, nuestros niños (todos de un año y poco más) ayudan a recoger, comen solitos, comen trozos (esto me llegó al alma), cogen la comida con los cubiertos, beben en vaso, tiran sus pañales a la papelera y se lavan las manos. Las caras de los padres allí presentes eran un poema porque nadie, absolutamente nadie, tenía ni idea de que los críos habían aprendido a hacer todo eso. Sencillamente porque en casa no lo hacen. ¡Y no porque no lo intentemos! Me puse rápidamente a procesar esa cantidad de información nueva y priorizar una aclaración. Los trocitos. ¿Qué mi hijo se come un bistec a trocitos? ¿Con cinco dientes y medio? Pues resulta que sí, pero gracias a que tienen un artilugio medio tijera, medio tenedor(porque eso es lo que parece a simple vista) que corta la carne a virutas. Pasé por alto que no me acabo de creer que una viruta como esa sea capaz un crío de 15 meses de pincharla con un tenedor que apenas puede coger del derecho. Así que me perdí en el anonadamiento que me producía la imagen de que mi hijo coma trozos de carne.

La frase "En casa no lo hace" fue la más pronunciada por los padres de las criaturas. A parte de que allí se lo comen to-do y comen de to-do. Menos la fruta que cuesta un poco más. Menos maaaaal porque ya estaba a punto de investigar si me había equivocado de clase. Por lo menos sentí el consuelo de que no debo hacerlo tan mal cuando a todos los padres nos sucedía lo mismo. Si llego a ser la única madre a la que el niño le vacila, hubiera agachado la cabeza y me hubiera callado, por supuesto. Pero no debo ser tan rara. Porque la única conclusión posible de todo ello es que LOS NIÑOS NOS VACILAN. Sí. Clarísimamente. Sin ninguna duda. A no ser que en clase se comporten como un ejército, los niños suelen marranear con la comida, la cogen con las manos, la escupen, la tiran al suelo y si cierran la compuerta por ahí no pasa ni medio spaguetti. ¿Por qué en la guardería sí y en casa cuesta tanto? Deduzco que el motivo es el efecto imitación al ver al resto de compañeros hacer lo mismo. De acuerdo, lo comprendo. Pero ¿cómo soluciono eso en casa? Poco a poco vamos acostumbrándonos a comer los tres juntos y ciertamente es un filón que nos vea comer porque eso lo anima a probar nuestra comida. Aún y así, lo del tenedor sigo sin verlo claro. Y marranear, marranea lo suyo.

Luego está lo de la disciplina. En la guardería no tiran las cosas porque saben que luego las han de poner en su sitio y ayudan a recoger todos los juguetes. Esto lo pusimos en práctica nada más llegar a casa. Y es verdad, le hicimos meter cuatro cosas en el baúl y él lo hizo. Qué mono... Si no fuera porque a los cinco minutos ya deshacía por otro lado y la liaba en otro rincón de la casa. Cuando nos dijeron que se lavaban las manos ya aluciné "¿¿¿¿Solos????" Pero me respondieron "Noooooo, mujer, ¿¿¿cómo lo van a hacer solos???". Pues no veo la sorpresa con mi pregunta si me estáis pintando a un niño autosuficiente al que sólo le faltaba hacerse la cama.

Al despedirnos, escuché a algunas madres que decían que estaban por llevarlo también en fin de semana. Otras le iban a decir al niño al llegar que fuera preparando la cena para los tres. Y creo que el resto estaba por contratar a las maestras a tiempo parcial. Yo sólo tenía una idea en la cabeza "Hola, soy una madre novata y mi hijo de 15 meses YA me torea. ¿¿Qué hará cuando tenga 15 años??"

Estas reuniones se tendrían que revisar porque realmente te vas con un regusto extraño. Por un lado estás muy satisfecha con la elección de la guardería porque compruebas que el niño adquiere una disciplina y aprende muchísimo pero por el otro te sientes impotente al ver que eso no se traslada tan rápidamente a casa. Las maestras dicen que ellas dedican ocho horas exclusivamente a estar por los niños y que nosotros no podemos. Y en eso tienen toda la razón. Supongo que nos creamos una falsa expectativa al pensar que si allí comen genial, en casa se zamparán automáticamente todo lo que les pongamos delante. Y que si allí cuidan de las cosas, en casa no darán golpetazos a los juguetes, marcos de fotos, velas, mandos, etc

En conclusión, sí, hay un componente de vacile pero también es cierto que los niños no se comportan igual si están en clase, con los abuelos o con los padres. Y que no podemos delegar tooodo el trabajo en las maestras porque la enseñanza continúa en casa. Por eso sigo vigilando. Que no me fío del tenedor...

lunes, 11 de noviembre de 2013

Pediatras



Casi todas las madres que conozco dicen estar contentas con su pediatra. Conectan, hay una comunicación ágil y resuelve cualquier duda o consulta. Es importantísimo dar con un buen pediatra puesto que se convertirá en un facultativo casi omnipresente en los primeros años de vida de nuestros hijos. Aún recuerdo al mío. Un tipo serio pero enorme en lo suyo y, además, creo que me debió visitar hasta cerca de los 18 años. Pero puede ocurrir que nos topemos con un o una pediatra con la que no haya ese feeling o que tenga una metodología muy particular.

Os pongo en antecedentes. Mi hijo iba para dos meses con tos, sobre todo nocturna y esta lo hacía despertar a media noche irritable, nervioso, congestionado... Probábamos de todo: humidificador, suero para la nariz, Dalsy, brazos, nuestra cama, etc Algún que otro día cogió fiebre y lo llevamos de urgencias. Poca cosa nos decían para salir del paso. Paracetamol si le subía la fiebre, muchos lavados nasales y que durmiera un poco elevado. En cuanto podíamos lo llevábamos a su pediatra y, como en muchas otras ocasiones, el diagnóstico era el virus de turno con lo cual poco se podía hacer ya que tocaba esperar que el proceso siguiera su curso.

El colmo llegó el pasado martes cuando la profesora de la guardería nos advirtió que se había pasado el día tosiendo y le costaba respirar. Nos hicieron un hueco de urgencias con su pediatra y, tras tres horas de espera, nos dijeron que tenía un fuerte constipado y que mientras fuera a la guarde lo íbamos a tener así, por lo menos hasta junio. Tres días después con sus tres noches en vela levantándonos cuatro y cinco veces decidimos buscar una segunda opinión con su pediatra de Mútua, en la otra punta de la ciudad. Sólo hicieron falta diez minutos para dar con un diagnóstico contundente: una clara bronquitis y doble medicación. Lleva tres días de tratamiento y ha dejado de toser, duerme perfectamente, come, juega, está de buen humor y vuelve a la guardería. No hago más que pensar en los dos meses que lo hemos dejado sufrir y toser sin parar.

Realmente, pese al mosqueo que me produce la pérdida de tiempo, este episodio no ha tenido mayor importancia pero me ha dado en qué pensar.  Y es que cosas parecidas han ido pasando durante este año cuando hemos ido a la consulta de su pediatra en el CAP. Son reacios a dar antibiótico y muy partidarios a dejar que los procesos sigan su curso por si mismos. No soy médico y no voy a hacer de ello en este Blog pero creo que es de sentido común que cuando un resfriado, una tos o una fiebre por ejemplo no amansa en varios días o semanas (no digamos un mes), hay que atacar de manera más contundente, para evitar males mayores y sufrimientos innecesarios. Pero de la misma manera que critico la falta de reacción criticaría la ligereza dando tratamientos precipitados si es lo que hubiera vivido.

No me gustaría que este post pareciera una crítica a este sector ni una diferenciación entre los de Seguridad Social y los de pago porque buenos y malos profesionales hay en todos sitios. Confío ciegamente en los pediatras y, es más, pagaría por tener línea directa y poder consultar cientos de cosas cuando me asaltan las dudas. Tan sólo me ha parecido un episodio curioso para explicar.

Otra cosa que he comprobado en mis propias carnes es la facilidad con la que se propagan los virus y se traspasan de niños a adultos. Mi peque ya me ha contagiado anginas y gastroenteritis. Con la diferencia de que ellos lo pasan y no pierden las ganas de jugar y nosotros tenemos que aislarnos del mundo en la cama.

En conclusión, una vez más debemos guiarnos por nuestra intuición, también para elegir médico o pediatra. Desde luego, debemos sentir la mayor de las confianzas ya que ponemos en sus manos nuestro mayor tesoro. Y por qué no, repetirnos que es cuestión de tiempo que se inmunicen, que el primer año de guardería es así, todos han pasado por lo mismo. Pero sólo pensar que el frío apenas ha comenzado... Brrrr