martes, 16 de julio de 2013

Aprendiendo a caminar




Es increíble todo lo que sucede en el primer año de vida. Doce meses para un adulto puede equivaler a alguna arruga o cana y poca cosa más. Pero en un recién nacido es un universo: aprenden a respirar y comer fuera del vientre materno, a dormir solo, mamar, comer en cuchara, morder, sentarse, decir las primeras palabras, reír, gatear, levantarse y caminar. Seguro que me dejo algunas cosas pero ya sólo este resumen es impresionante. Y como decía en posts anteriores, a veces queremos correr demasiado y esperamos con ansia a que nuestro hijo nos sorprenda con algún nuevo avance. Pues bien, estaba contando los días para ver a mi pequeño gatear. Y ahora que ya lo hace y ya se levanta sólo, he de dar la razón a las que me decían: "Se acabó la tranquilidad"

Gatear significa para un bebé poder llegar y acercarse a cualquier cosa que le llame la atención. Y, por supuesto, eso que les atraiga no será ninguno de sus juguetes sino el mueble de la tele, las revistas, los CD's, el ventilador, etc, etc. Y cualquier cosa es un peligro en potencia. Si se levanta por el mueble, te lo imaginas resbalando y dándose un golpe en la cabeza con el canto, si lo ves arrancando revistas, lo ves comiéndose las páginas y si se acerca al ventilador, aunque sea uno alto de pie, ves claro que trepará y meterá los dedos. De nada servirán las protecciones para los cantos porque, por lo menos en mi caso, lo primero que hace mi peque en cuanto aparece por el comedor por la mañana es ir a arrancarlos.

Está claro también que, a medida que pasan los días, ellos ganan en velocidad y si antes calculabas que en ir al baño y volver, apenas habría traspasado el salón, ahora ya casi te pilla en la puerta del lavabo. Desde luego, el puzzle de espuma que durante unos meses ha servido de parque de juegos se convierte en el rincón de los juguetes porque los niños se apoderan de toda la casa. O por lo menos quieren estar allí dónde tu vayas. Aquellos espacios en los que lo tenías "controlado" han dejado de serlo. Lo de sentarlo en la cama mientras recoges ropa en la habitación ya no sirve. Por lo menos si has de darle la espalda en algún momento ya que no se está quieto ni medio minuto y se tiran de cabeza a la mínima que algo les llame la atención. Eso de que no tengan noción del peligro es un quebradero de cabeza constante.

Desde luego, es obligado proteger a los niños y para ello hemos completado el quit con una red en los barrotes de la terraza (para evitar cualquier rendija por la que se pueda colar), protectores para los enchufes y mecanismos que evitan que se abran puertas. Estamos pensando en poner barrotes en las ventanas y una pequeña valla que le impida entrar en la cocina que se ha convertido en algo así como un campo de minas ya que todo lo que hay ahí dentro grita DANGER. Si a esto le sumamos casco, rodilleras y coderas, tal vez, sólo tal vez nos relajemos un poco, jejeje. No podría existir la asistencia a domicilio para acondicionar la casa haciéndola menos peligrosa para los pequeños? Alguien que venga, localice y neutralice los puntos "calientes" por un módico precio incluido el material? Ahí lo dejo ;-)

Puesto que ya se pone de pie como le da la gana, suponemos que no tardará en caminar. Y ahí ya sí que da un giro total la situación. No puedes llevarlos de la mano constantemente y han de aprender a caerse y levantarse. El problema está en que no siempre caen de la mejor manera y la casa no está acolchada. Esa etapa la estoy viviendo con mi sobrina, cinco meses mayor que mi hijo. Y os puedo decir que los chichones en plena frente son una constante. En algunos momentos, sus padres se han sentido culpables por no estar al tanto o no llegar a tiempo. Comprendes su preocupación pero sabes que hay cosas que son inevitables. Y si no queremos que nuestros hijos sean miedosos y llorones ante cualquier caída, debemos comenzar por no ser dramáticos o, por lo menos, disimular nuestros sustos. Porque no nos engañemos, las primeras caídas nos duelen más a nosotros que a ellos y nos espantamos con facilidad. Espero que sea verdad eso de que retienen los tortazos y así aprenden a evitar los mismos coscorrones. Por lo menos nos consolaremos pensando que sólo sufriremos una de cada!

Así que bienvenidos los primeros pasitos, la autonomía y nuestro dolor de espalda!

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