Mi caso es el siguiente:
Mi peque siempre ha necesitado el pecho y, si por él fuera, viviría eternamente
enganchado a él. La transición hacia los alimentos fue buena hasta que llegaron
las itis (bronquitis, gastroenteritis, otitis, etc) Entonces perdió apetito y
necesito aún más refugiarse en el pecho. Y por las noches, uff, las noches, la
media de despertares estaba en cuatro cada madrugada. El agotamiento era tremendo.
11 meses sin descansar cuatro horas seguidas iba a acabar con nosotros. Y
tuvimos que tomar una determinación. Hará un mes que hemos reducido las tomas a
una por noche y hemos sustituido el pecho por el biberón. Tuve que separarme
durante una semana para que se calmara y aceptara el biberón y casi podemos
decir que nos ha cambiado la vida. Creo que hasta el peque lo agradece pues
duerme al fin seguido. Y yo en la misma habitación, jeje En nuestro caso, ojo,
no doy lecciones, sólo hablo por mi propia experiencia, ha sido crucial retirar
el pecho completamente por la noche. Acepta el biberón, toma todo lo que le
pide el cuerpo en ese momento, y sigue durmiendo sin excitarse al olerme.
Resuelta la noche, el
problema continuó de día. Y es que a mediodía llegaba de la guardería nervioso
y protestón hasta el punto de rechazar jornada tras jornada su plato de comida.
Llegó a aborrecer la verdura y cerró la boca esperando impaciente al pecho.
Cedí muchos días pensando en que estaba enfermo y que necesitaba comer algo y
estar tranquilo. Hasta que me di cuenta de que acercándose al año, habíamos
hecho una regresión a los seis meses de edad. Se alimentaba de biberón con
cereales, pecho y fruta para merendar. Lo consulté con su pediatra y,
obviamente, me comentó que no era normal y que había que reacostumbrarlo a
comer. Así que me decidí a no ceder y ser fuerte. Se acabó durmiendo muchos
días sin comer, agotado de llorar. Pero finalmente lo hemos logrado también y
hace unos días que vuelve a comer. Así pues, hemos conseguido normalizar las
comidas, las noches y el pecho ha pasado a ser un complemento puntual. No lo he
retirado completamente porque no me supone ninguna molestia, no interfiere en
su alimentación normal y a él le encanta.
Emocionalmente, pensar en
el destete, es un poco triste. Es bonito que necesite refugiarse en tu pecho y
que entre tus brazos se calme, se duerma o simplemente esté completamente
feliz. No creo que vaya a ser de las madres que alargan la lactancia hasta los
3 y 4 años. Para mí, el pecho va unido a la palabra bebé. Y cuando el bebé deja
de serlo para convertirse en un niño, muchas cosas quedan atrás. (Aunque me
parece fantástico que otras madres lo entiendan diferente). Es por ello que es
algo melancólico abandonar esta etapa. Cuando hice el destete con el mayor, a
los siete meses, no sentí nada, él no notó nada, simplemente, fue de un día
para otro, así de fácil. Sabía que llegaría otro peque a mi vida y que reviviría
todo aquello. Ahora es distinto, ya nada volverá.
Así que puedo decir que
he vivido dos destetes, uno impresionantemente sencillo y otro difícil. Es
importante entender las necesidades del bebé y las de la madre para readaptarse
a la nueva situación sin que resulte traumático para ninguno de los dos. Poco a
poco y con un poco de la receta mágica (paciencia), todo se normaliza.