Hasta que nos lanzamos a buscar el bebé no tenemos ni idea
de si la criatura va llegar rápido o no. Por supuesto, nos imaginamos ese
momento en el que nos hacemos el test de embarazo en el baño de casa, sale
positivo y damos la noticia a nuestro marido con una sorpresa inolvidable. Pero
no siempre sale todo rodado. A veces se hace esperar meses e incluso años. Y
entonces llegan las pruebas médicas y con ellas un diagnóstico, probablemente,
de infertilidad. Esto suele frustrar a las parejas. Y no es fácil reconocer
abiertamente que hay un problema y que se necesita ayuda especializada. Para muchos se convierte en un secreto, incluso tras nacer el esperado retoño.
Tenemos mucho que agradecer a la ciencia. Y es que, gracias
a ella, muchas parejas pueden hoy en día ser padres biológicos pese a que sus
problemas de fertilidad, estén relacionados con la mujer o con el hombre
(aunque siempre con matices, claro). Por ello, hoy se convierten en madres
mujeres de más de 40 años y ya no es un escollo insalvable que los
espermatozoides sean vagos. Existen las inseminaciones artificiales y las
fecundaciones In Vitro por no hablar de los bancos de semen o los vientres de
alquiler aunque esto último no se haya normalizado tanto en nuestra sociedad.
Décadas atrás, una pareja poco fértil debía renunciar a tener un hijo o bien mover
cielo y tierra para adoptar uno.
Pese a que los tratamientos de fertilidad están al orden del
día, más aún con la contaminación que tenemos, el estrés y los malos hábitos de
vida, todavía hay quién no quiere hablar abiertamente de que ha recurrido a ayuda
para conseguir el embarazo. Y no me estoy refiriendo a explicarlo a la vecina,
el kioskero o la peluquera, no, me refiero a que hay parejas que lo ocultan a
sus propios amigos. Vaya por delante que respeto los sentimientos de todos pero
no veo natural esa postura. Para mi, quedarse embarazada es lo más bonito que le
puede pasar a una mujer y es el sueño cumplido de la inmensa mayoría. ¿Qué más
da si ha habido un tratamiento? Lo importante no es cómo se llega
si no llegar. Y si hoy podemos contar con esa ayuda, con más razón aún hay que
celebrarlo. No sé si se trata de vergüenza, orgullo o querer aparentar que todo
ha ido genial y a la primera. Y esto sí que me da rabia, la expresión “A la
primera”, como si se tratara de meter canasta. Porque si ha sido a la segunda o
a la quinta, no se dice nada, claro. Repito, ¿Y qué más da? Por supuesto, si
delante hay una pareja a la que les ha llevado un tiempo conseguir el deseado
embarazo, lo de recitar el cuento de la puntería de oro sobra. Porque sabemos
que perseguir el embarazo puede producir ansiedad. Para algunas mujeres se
convierte en obsesión y si encima han de escuchar a otra decir que sólo una vez
que hicieron el tonto dieron en la diana, la frustración que esto les producirá
no las ayudará en absoluto. Así que sensibilidad durante la búsqueda sí,
naturalidad con el embarazo, también, vacile con la puntería, no, gracias.
Es curiosa la situación de saber cuando una pareja ha
recurrido a una Fecundación In Vitro pero tener que disimular cuando te dan la
noticia de que vienen dos. Optas por no hacer la inevitable pregunta de si en
la familia hay antecedentes de gemelos, más que nada por no ponerlos en un
aprieto. Y te dedicas a celebrar el regalo doble que les va a llegar. Y por
dentro piensas “¿Por qué ha de ser un secreto? ¿Él se sentirá menos hombre por
tener un problema?” No lo entiendes pero lo respetas y sigues el juego. ¿Y qué
decir de parejas a las que les cuentas tu experiencia pero cuando les toca a
ellos, callan y te enteras por otro lado de que se sometieron a un tratamiento
tras un aborto.
Para algunos, las FIV se han convertido en algo inconfesable
como titulo en este post. Seguramente, para muchas esto sea algo demasiado
intimo aunque me parece igual de intimo que me expliquen con detalle la noche
en la que se liaron la manta a la cabeza y encargaron a su retoño. Pero, como
digo, hay que respetar todas las posturas. Por suerte, sigues escuchando casos
de embarazos “milagrosos”, esos que llegan de forma natural después de abortos,
primeros bebés por In Vitro o incluso habiendo adoptado un par de niños rusos
tras superar un cáncer. Eso sí que es un regalo de la naturaleza. ¿Y a que
apetece celebrarlo en voz alta? Pues como todos los niños, vengan como vengan y
cuesten lo que cuesten. Porque lo importante es el qué y no el cómo.